Capítulo 26

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HOLAAAA AMIG@S!!! TUVE UN PROBLEMA TECNICO Y POR ESO NO PUDE PUBLICAR EL JUEVES PERO AQUI LES DEJO EL SIGUIENTE CAPITULO COMO LO HABIA PROMETIDO. ESPERO LO DISFRUTEN, NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR Y LES CONFIRMO QUE EL SIGUIENTE CAPITULO SE PUBLICARÁ EL JUEVES DE LA PROXIMA SEMANA. XOXOXOXO.

Los preparativos para la boda no tardaron en completarse. Cuando Lily y Hunter supieron lo que se organizaba y para quien, acudieron inmediatamente a Sebastián, agradeciéndole de manera efusiva.

-Nunca pensamos que tendríamos una ceremonia- soltó Hunter sonriéndole a Lily- creímos que solo iríamos a la iglesia a decir nuestros votos...

-No se como podremos pagárselo- dijo Lily.

-No tienen nada que agradecerme. Creo que deberían darle las gracias a mi esposa- tomo a Diana entre sus brazos- ella fue la que me lo pidió.

Ambos miraron a Diana con devoción, dándole las gracias como una letanía. Diana correspondió sus palabras con comentarios amables y sonrisas, restándole importancia al asunto.

Después de la cena y la habitual conversación hasta la madrugada, Sebastián acompañó a Diana hasta su habitación. Lo había hecho en otras ocasiones pero se había detenido al ver que eso solo lo hacia mas difícil. Era una tentación difícil de soportar. Ya era complicado convivir con ella todo el día en aquellos nuevos términos que resultaban tan agradables y no poder darse licencia para tocarla. Pero aquella noche, después de ver como Diana había aceptado los cumplidos de la pareja, no pudo abstraerse del deseo de permanecer con ella el mayor tiempo posible antes de separarse.

Iban tomados de la mano, hasta que llegaron a la puerta de la habitación de Diana, donde ambos se detuvieron. Ella estaba a punto de entrar cuando Sebastián la detuvo, tomándola del  brazo. Diana se quedo esperando, hasta que el comenzó a hablar.

-Solo quería decirte que me siento...- la miró a los ojos- me siento muy orgulloso de ti.

Diana lo miró sorprendida.

-¿Porque?

-No lo se- se encogió de hombros con una media sonrisa- por ser tu. Por lo amable que fuiste con Lily y Hunter, con todo el personal. Por encargarte de todo. La señora Wilson no para de alabarte. Por ganarte la confianza de todos. Por soportar a mi tía...

Ambos soltaron una risa.

-No se si soportar sea la palabra- levanto ambas manos, ahuecando en ellas las mejillas de Sebastián- admito que Arabel puede llegar a ser difícil pero me he acostumbrado a su presencia al punto de que no recuerdo como era cuando no estaba aquí. Le tengo mucho cariño. Después de todo es ella quien me hizo ver...- comenzó a dudar.

-¿Ver que?

-Me hizo ver que no puedo dejar escapar la felicidad- lo miró sin saber como continuar- Sebastián, yo...

-¿Si?- preguntó, esperanzado.

-Yo quiero pedirte que me perdones. Por todo.

-¿Por todo?

-Si. Por lo ciega que he sido. Por no darme cuenta antes que yo...

Todo su ser le había dicho que no dijera esas palabras primero. Que era él quien debía pronunciarlas primero pero ya no podía contenerse. Todos aquellos días se agolparon de repente en su mente. Jamás había sido tan feliz en toda su vida. No esa clase de felicidad. Esto era distinto. Era una dicha que le comprimía el pecho, una dicha tan profunda que a veces sentía que no podía respirar mientras Sebastián la miraba de esa manera que hacia cuando pensaba que no lo estaba viendo, la forma en que le susurraba cosas al oído cuando pensaba que nadie les estaba poniendo atención, la forma en que la tomaba en sus brazos, la delicadeza de sus manos, contrastando con la violencia de sus labios. Eran tantas cosas que no se sentía capaz de pensar en todas ellas.

Sebastián continuaba mirándola, esperando a que dijera las palabras finales que sellarían su destino para siempre.

-Dilo- la apremió con ansiedad en sus ojos- solo...

-Que yo...

-Buenas noches señora- soltó una voz a sus espaldas.

Ambos se separaron de inmediato, sus cuerpos en tensión por la intromisión y por lo que habían estado a punto de confesarse.

-¿Si Lena?- preguntó Diana al ver a la chica a espaldas de su marido.

-Solo vine a ver si ocupaba mi ayuda para desvestirse y preparar su cama- comentó Lena con un falso todo solicito. Los había visto salir del comedor. Se habían ido juntos, demasiado juntos para su gusto. Tan juntos que le hizo sospechar que si no los detenía algo pasaría. Sonrió con satisfacción al ver que había llegado justo a tiempo.

-No. No necesito nada- miró a Sebastián- me iré a dormir. Buenas noches- sonrió con dulzura.

Sebastián le tomó ambas manos, separándolas de su rostro y llevándolas a sus labios, besando ambas. Después se acercó y le beso la punta de la nariz con cariño. Diana entró a su habitación y cerró la puerta suavemente. Sebastián permaneció con la vista fija en la puerta, todavía de espaldas a Lena.

-Es una pena que la señora no necesitará de mi ayuda- comentó con tono alegre- pero puedo ayudarle a usted patrón, si necesita...

Sebastián se volteó y se acercó a ella. Ella sonrió pero su expresión llena de jubilo se borro al ver la expresión en el rostro de Sebastián. Parecía molesto.

-En realidad, si necesito algo.

Lena volvió a sonreír, esta vez con un dejo de coquetería.

-Lo que quiera, ¿Qué necesita?

-Necesito que la próxima vez que me veas hablando con mi mujer a solas, permanezcas callada, te des media vuelta y regreses por donde viniste- le contestó con frialdad.

Lena lo miró, sorprendida y avergonzada a partes iguales.

-Pero...señor...yo solo...- comenzó a tartamudear.

-No quiero saberlo- la hizo callar- solo haz lo que te pido. Espero que sea la ultima vez que interrumpes una conversación entre mi esposa y yo. No quiero que se repita, ¿de acuerdo?

Lena lo miró en silencio, asintiendo, sin saber que decir.

-Buenas noches- dijo Sebastián y se alejó, camino a su habitación.

En cuanto lo perdió de vista, Lena comenzó a derramar lagrimas de furia.

-Toda la culpa la tiene ella- hizo una rabieta desagradable- ¡Como la odio! ¡Ojala se muriera!- se limpió las lagrimas con un gesto furioso pero no podía parar de llorar. Se alejó sollozando y maldiciendo.

                            ***
Claire se encontraba paseando por el jardín de la propiedad de su marido. Aunque a este paso no sabia si la propiedad todavía le pertenecía. Prefería no preguntar. Una parte de su ser se sentía aliviado al saberlo lejos, en Londres.

Mientras caminaba, sensación muy extraña se alojaba en su estomago a la vez que volvía a rememorar su encuentro con ese desconocido. No sabia porque le había llamado tanto la atención. Aquel hombre tenia los ojos azules más amables que había visto jamás. Había sido cordial, incluso un poco osado. No pudo evitar sonreír al recordar como se había ofrecido a acompañarla hasta casa. Sacudió la cabeza, intentando alejar ese pensamiento.

Hacia tiempo que se había dado cuenta que no amaba a su marido. Era imposible amar a un ser tan despreciable como él. No podía amar a un hombre que la golpeaba sin razón pero tampoco se sentía capaz de iniciar una vida desde cero y mucho menos se le pasaba por la cabeza fijarse en alguien más. En su corazón ya no había lugar para tales sentimientos.

¿Entonces porque seguía pensando en ese hombre?

Amor a primera vista.

Ni en sueños.

Y ella ya no creía en los sueños.

La apuesta del marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora