Capítulo 5

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HOLA CHI@S!!! ESPERO TODOS SE ENCUENTREN SUPER BIEN, DISCULPEN DE VERDAD QUE NO PUBLICARA NADA EL DIA DE AYER, LA VERDAD ES QUE SE ME OLVIDO POR COMPLETO Y YO PENSANDO QUE HOY ERA JUEVES XD LES PIDO MIL DISCULPAS Y AQUI LES DEJO EL SIGUIENTE CAPITULO. QUE LO DISFRUTEN XOXOXO

Tenía que encontrar la manera de convencerla de una vez por todas. Se le acababa el tiempo. Después de todo, su amigo no tardaría en volver de su luna de miel y si no se casaba antes de que eso sucediera, entonces no lo haría nunca. Tal vez fuera egoísta pero no quería que Diana viera a Michael antes de la ceremonia. 

Al llegar a la residencia Fairchild se sorprendió de lo silencioso que resultaba todo. Tal vez se debía a que la última vez que había estado ahí, todo había sido un caos con la boda, los invitados y el bullicio general. Una chica menuda que parecía ser parte del servicio le indicó que pasará. 

El conde lo había recibido con un apretón de manos junto a su esposa que había hecho una grácil reverencia y le indicó el camino que hacia el comedor mientras los hombres conversaban de reformas parlamentarias. Justo cuando estaban por entrar por las puertas dobles del comedor se escucharon pasos desde la escalinata principal y bajaron las jovencitas. 

Ambas eran en verdad preciosas. Muy diferentes entre si pero la belleza de cada una rivalizaba con la de la otra, creando una especie de caos perfecto. Cabello castaño enfrentando a una hermosa melena rubia. Enormes ojos azules compitiendo con unos orbes castaños. Eran como el fuego contra el hielo, la belleza celestial de Emily comparada con el sensual infierno que representaba la seductora figura de Diana. Y Sebastián sabía que si tuviera que elegir escogería las llamas sin pensarlo dos veces. 

Hizo una inclinación, besando el dorso de las manos de cada una de las hermanas. 

Al besar la mano de Diana, no pudo refrenar sus impulsos. 

-Te ves preciosa- le dijo, intentando ocultar su admiración lo mejor que pudo. 

Por su parte, Diana no sabia como reaccionar. Le había dicho las palabras que la mayoría de los hombres solían dedicarle pero algo en su forma de decirlo, en su expresión le hizo preguntarse si lo decía en serio o solo era una especie de galantería estudiada. 

-Gracias milord- contestó con seriedad. 

Sebastián enarcó la ceja, contrariado. 

-Sebastián- Diana susurró sin más. 

La forma en que pronunció su nombre lo hizo desear estar a solas con ella. Lo unico que pudo hacer fue inspirar hondo e intentar controlar sus impulsos. 

Siguieron mirándose el uno al otro hasta que un carraspeó los hizo mirar a los demás. El conde los miraba con el ceño fruncido mientras que Emily tenia una expresión risueña, nada propia en ella. La condesa por su parte, era la que parecía más confundida. 

El resto de la cena transcurrió con normalidad, a excepción de las miradas elocuentes que la condesa le dirigía a su segunda hija. 

-Y dígame su señoría, ¿tiene prospectos matrimoniales para esta temporada social?- preguntó la condesa con una enorme sonrisa ensayada. 

Diana estuvo a punto de escupir el vino que estaba tomando en esos momentos mientras que Emily miró a su madre con reprobación. 

Sebastián no pareció incomodarse con la pregunta. Era una pregunta que estaba seguro su madre le habría hecho con menos tacto. El solo recordar la personalidad impetuosa y directa de la antigua marquesa de Hastings hizo que tuviera ganas de sonreír. Él único capaz de controlar los impulsos y extravagancias de su madre habían sido su padre, un hombre con una personalidad tranquila y hogareña. Ambos habían fallecido hacia tiempo. 

La apuesta del marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora