6. Llamada nocturna

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Cuando lo vio aparecer, ella no pudo disimular su sonrisa.

—¿Cómo me encontraste tan rápido? —preguntó ella en cuanto él llegó junto a su mesa.

—Pues... —Hizo una breve pausa, mientras se sentaba en la silla de enfrente—. Ya que no te dio tiempo de decirme el lugar donde buscarte, me decidí empezar por el último lugar donde nos habíamos visto durante el día.

Ella asintió, y en un acto reflejo, acercó su mano. Antes de que ella pudiera arrepentirse, él la tomó entre las suyas. Al ver su expresión apenada, él movió sus labios diciendo: «Está bien». Vistos los acontecimientos más recientes, ya no había motivos para cohibirse.

—Perdona si he sido una pesada desde que nos conocimos, hablando de mí misma sin parar —dijo ella, mordiendo sus labios con nerviosismo—. Hoy desperté pensando en que me gustaría saber más de ti.

Él le dedicó una sonrisa enternecida y soltó su mano con un movimiento sutil.

—Primero que todo, quiero aclarar que no eres ninguna pesada —dijo, risueño—. En segundo lugar, propongo que nos presentemos debidamente, que no lo hemos hecho hasta ahora. —Carraspeó y adoptó un tono humorístico y teatral, extendiendo su mano—. Mi nombre es Marko Bozanovic, es un placer conocerte.

—Me parece bien, así que debo decir que el placer es todo mío —respondió ella entre pequeñas risas—. Soy Alessandra Weiss.

—¿Weiss? —Marko se detuvo, con cierta sorpresa— ¿Como el fundador de este instituto, el Dr. Friedrich Weiss?

La cara de Alessa cambió repentinamente. Algo de la pregunta parecía haberla afectado.

—¿Pasa algo, Alessa?

—Él es mi padre... —Su voz fue un débil susurro. Ella bajó su cabeza, como si no quisiera mirarlo.

Fue entonces que él lo comprendió todo. Era de conocimiento público que el célebre Dr. Friedrich Weiss, reconocido científico, llevaba aproximadamente año y medio en un aparente coma. No fue difícil unir los puntos con lo que Alessandra le había contado hasta ahora. En resumidas cuentas, todo desembocaba en la noche del accidente donde ella había adquirido su extraña condición. No pudo evitar sentirse avergonzado por haber hecho una pregunta tan imprudente.

—Lo siento mucho, Alessa, no debí preguntar eso, no tenía ni idea que...

Ella negó lentamente y subió la mirada con parsimonia.

—No... No te preocupes, ¿sí? Es solo que... —Volvió a establecer contacto visual con él, sus ojos estaban húmedos—. Pensé que lo había mencionado: soy la única hija de Friedrich Weiss.

Marko respiró hondo.

—No puedo pedirte que confíes en mí con tan poco tiempo conociéndonos, pero después de todo lo que ha pasado en este corto tiempo, lo que me has contado, mostrado y compartido conmigo, no me pidas que no me preocupe por ti.

Ella, en medio de su expresión afligida, esbozó una sonrisa de labios juntos. Sin dudarlo un segundo, volvió a tomarlo de la mano.

—No es necesario que lo pidas, yo sí confío en ti...

Hubo un breve silencio. Él adoptó una expresión cálida y comprensiva, apretando su mano con delicadeza.

—Ahora entiendo muchas cosas —dijo, asintiendo—. Por eso querías que te ayudara.

—Perdón, Marko, de verdad lo siento mucho —susurró ella, con voz entrecortada.

—¿Por qué pides disculpas?

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