14. La fuerte entre nosotros

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Bajo el cielo despejado de aquella tranquila mañana, la mayoría de los estudiantes del Nova Institute estaban en sus respectivas aulas, terminando sus primeras clases del día. Nadie podía imaginar lo que estaba sucediendo al fondo de las instalaciones; nadie, excepto Marko y Alessandra, que caminaban a paso acelerado en dirección a la vivienda de Annelien.

En cuanto lograron divisar la casa de su profesora, se percataron que la puerta estaba entreabierta. Un escalofrío recorrió la espalda de Alessandra.

—Ay no... —Ella dio largas zancadas hasta llegar al umbral de la puerta, mientras negaba con la cabeza—. No, no, no, ¡NO! —Abrió la puerta, entró y se encontró el recibidor desierto. Tragó grueso y corrió a través del pasillo—. Ann, ¿estás aquí? ¡ANN! ¡ANN!

Revisó la habitación, luego el baño y por último, el pequeño laboratorio, pero la pelirroja no estaba. La vivienda estaba vacía. Salió otra vez al recibidor y se encontró a Marko mirándose las manos, con la piel erizada.

—¿Tú también lo sientes? —Preguntó él apenas la miró.

—¿Sentir qué? —Tan pronto hizo la pregunta, Alessandra sintió una repentina pesadez en el cuerpo, un hormigueo que la recorría y una extraña incomodidad en el ambiente. Entonces entendió a qué se refería Marko—. Perdón, sí, ¿qué carajo es esto?

La voz de Pyrea hizo acto de presencia.

«Alessa, esta es la misma sensación que sentí aquella noche»

—Entiendo... Eso significa...

—¿Qué entiendes? —Marko volvió a intervenir—. Ah... Disculpa, hablabas con Pyrea.

Ella lo miró fijamente.

—Richard estuvo aquí.

Hubo un breve pero tenso silencio.

—¿Qué es lo que vamos a hacer? —cuestionó Marko.

—Voy a buscar a Annelien —dijo con determinación—. Richard debe saber dónde está. Me lo va decir aunque le tenga que sacar las palabras del cuerpo. —Dicho esto, empezó a caminar a pasos largos hacia la salida, pasándole a Marko por un lado.

—¡Alessa, espera! —Ella lo escuchó a sus espaldas y se frenó en seco—. Esto no te va a gustar, pero se supone que debo ver a Richard al mediodía.

Alessandra volteó a mirarlo con ojos de horror.

—¿QUÉ? ¿ESTÁS LOCO?

—Sí, sí, ya sé que es una locura, pero por favor escúchame.

Ella caminó hacia él con gran ímpetu y le tomó de los hombros.

—¡No, no y no! ¡Ni lo pienses! ¡No voy a dejarte ir! Ni siquiera sé dónde está Ann y no dejaré que te arriesgues tú también.

—Escucha... —Habló con voz susurrante y la tomó con delicadeza del rostro, mirándola a los ojos—. Desde donde yo veo las cosas, en este momento solo contamos con dos opciones: nos arriesgamos a perder o perdemos.

Al escucharlo, ella cerró los ojos y negó con la cabeza. Pensó por unos segundos, se llamó a la calma y dio un suave suspiro. Se separó lentamente de él e intentó analizar la situación.

—Muy bien, supongamos que nos «arriesgamos a perder»... ¿Qué es lo que podríamos ganar? —Entonces, lo miró con ojos entrecerrados—. A todas estas, ¿para qué te citaste con Richard?

En ese momento, Marko recordó avergonzado que había hecho caso a lo dicho por Richard la noche anterior. No había dicho nada a Alessandra acerca de su reunión con él. Cerró sus ojos un momento y suspiró, buscando las palabras.

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