20. Un simple humano

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Frente a él brillaba una luz incandescente. Sí, era el mismo maldito resplandor verde. Recordó la simulación que acababa de ver dentro de la computadora de Richard y la sensación de peligro le caló los huesos; aquel monstruo espectral lo había acorralado, se había quedado sin escapatoria.

Una brutal descarga de energía lo pegaba de espaldas a la puerta del laboratorio. Era como un viento huracanado, una corriente de aire que, además de empujarlo e impedirle moverse, parecía estar extrayendo toda fuerza remanente en su cuerpo. Intentó dar un paso adelante y terminó hincando su rodilla en el suelo. Incapacitado de levantarse, sintió como empezaba a delirar, a debilitarse, a desvanecerse. Él era un simple humano, sin posibilidad alguna de defenderse de aquella entidad paranormal que lo atacaba, él estaba a su merced. Sentía cómo aquel vendaval color verde esmeralda le carcomía, como si su vida estuviese siendo arrancada y arrastrada fuera de su cuerpo.

Sin fuerzas con qué resistir, el desvanecimiento empezó a sobrevenir con mayor rapidez. Todo cuanto había conocido, descubierto, aprendido, querido e intentado proteger desaparecería junto con él...

«Entre todos los lugares allá arriba, fuera del alcance del ser humano, siempre soñé con alcanzar alguno de ellos»

Una imagen vino a su mente junto con aquellas palabras. Era un cielo estrellado, un espectáculo cósmico congelado en el tiempo. Entretanto, la implacable corriente de viento lo debilitaba hasta forzarlo a colocar sus manos en el suelo.

«Un lugar donde pueda ser feliz, donde nada pueda hacerme daño, donde solo exista la paz que jamás he logrado encontrar en este mundo»

La imagen del cielo estrellado volvió a su mente, para luego cambiar a una visión nocturna del campus del instituto visto desde las alturas. En medio de sus delirios, se dio cuenta que no era una visión, sino un recuerdo; él había estado ahí, pero ¿por qué recordar precisamente eso? ¿Por qué ahora, cuando la vida se le escapaba? Su vista empezaba a tornarse borrosa, sus oídos zumbaban, en cualquier momento, todo terminaría.

«Un lugar entre las estrellas, donde el universo me permita ser yo misma»

Esta vez, la imagen traída de sus recuerdos giraba hacia un lado y se convertía en un rostro de piel muy clara, en cabellos cortos y oscuros, en un par de ojos anaranjados como el fuego, adornados por una sonrisa cálida; era ella, mirándolo frente a frente. Ahora no solo veía imágenes, sino que su recuerdo le devolvía lo que sentía en ellos, y él estaba cautivado, toda ella le devolvía la vida como un elixir divino. De pronto, en su recuerdo la vio reír tiernamente.

«Tan solo imagina, una niña pequeña creciendo con la idea de conquistar su propio planeta»

Todo su espíritu vibró estrepitosamente. El vendaval color esmeralda intentaba llevárselo, pero él seguía vivo, quería quedarse contemplándola un poco más. Entonces, sus recuerdos avanzaron...

«Lo encontré...»

Esta vez, fue su propia voz la que resonó en sus adentros, mientras ella se acercaba a él, suspirando y llenando su rostro con su dulce aliento.

«¿Qué encontraste?», fue lo último que escuchó de la voz de ella antes que el recuerdo se desvaneciera en un instante. Ahora solo quedaba él con sus últimos vestigios de consciencia, contra la letal descarga espectral que se negaba a amainar hasta dejarlo sin vida.

En ese momento, justo cuando el rostro de Alessandra desapareció de su vista, una energía inexplicable empezó a surgir en él. Cerró sus ojos y tensó el rostro, como si eso le ayudase a soportar el calvario al que estaba siendo sometido. Sin embargo, él no quería soportar, él quería recordarla, quería verla, tan solo una vez más, pero en cambio, su mente le trajo las mismas palabras que acababa de escuchar: «¿Qué encontraste?».

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