39. Ruptura temporal

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Aquel atardecer había llegado más rápido de lo habitual. Aun con las habituales noches tempranas del final del invierno, no era normal que desde esa hora, las 5:00PM, el firmamento ya hubiese comenzado a oscurecerse. A esa misma hora estaba Marko intentando terminar de decirle a Alessandra lo que no quería decirle, pero en el instante en que las palabras se decidieron a salir de su boca algo lo forzó a detenerse, una sensación brusca y repentina lo invadió en sus adentros. Su cuerpo, dormido junto a él, lo llamaba frenéticamente, y al mirar hacia la chica de ojos anaranjados se percató, por su cara de sorpresa, que a ella también le estaba sucediendo lo mismo. Lo siguiente que vio fue un cambio instantáneo de perspectiva.

Volvía a estar debajo de las sábanas, con su cuerpo enredado con el de ella, quien también abría sus ojos de golpe, estupefacta. La visión romántica que podría haber significado el despertar juntos se vio completamente arruinada por la extraña sensación que ambos sentían, un hormigueo incesante que les calaba los huesos, una pesadez e incomodidad sobrenaturales, y un temor tan profundo que ambos no hacían sino mirarse incesantemente sin tener la mínima idea de cómo reaccionar, sin atreverse siquiera a hablar. Allá afuera, en las inmediaciones del campus, algo aterrador se encontraba al acecho, ambos podían sentirlo.

Justo en ese momento se oyó un estruendo en la lejanía que los sobresaltó a los dos.

—¡¿Qué fue eso?! —preguntó ella, al mismo tiempo que él se aproximaba a mirar por la ventana.

Lo primero que vio fue una columna de humo negro saliendo desde detrás del edificio principal, estremeciéndose al reconocer la dirección desde donde esta provenía, pero el verdadero horror se hizo presente cuando Alessa se acercó también a la ventana y ambos se percataron de lo que en realidad estaba sucediendo allá afuera.

Guiada por una fuerza inexplicable, una multitud silenciosa, conformada por toda la población de aquel instituto, caminaba en dirección a un único punto al fondo de las instalaciones del campus, precisamente el punto desde donde salía aquel espeluznante humo oscuro. Caminaban despacio y con la mirada perdida y completamente vacía, como autómatas desalmados acatando las órdenes de una inteligencia superior, como simples marionetas movidas simultáneamente por el mismo titiritero, un titiritero cuya identidad quedaba completamente clara al ver el lugar donde detenían su andar, comenzando a amontonarse de a cientos y luego de a miles frente a la inmensa columna de humo que se desprendía del descomunal incendio que ahora envolvía a la derruida vivienda de Richard.

Al cabo de unos treinta minutos, cada estudiante y profesor del instituto se hallaba ahí, rodeando las inmediaciones de aquella edificación que ardía en llamas, todos mirando a una sola dirección, como centenares de estatuas puestas en paralelo, una dirección desde la cual finalmente se aproximaban, con paso temeroso, Marko y Alessandra, quienes al vislumbrar aquella imagen espeluznante quedaron completamente estupefactos.

—No es cierto —balbuceó Alessa, con un nudo en la garganta, mientras caminaba hacia el inmenso tumulto de personas—. Esto no puede estar pasando...

Marko escuchaba pero no contestaba nada, simplemente mantenía una expresión de desolación absoluta, mientras caminaba a paso desesperado hasta apersonarse junto con Alessandra frente a los miles de rostros inexpresivos que le devolvían la mirada, iluminados por la intensa luz anaranjada del fuego a sus espaldas, como si de un masivo culto sectario se tratase. Ninguno de los dos sabía qué decir o hacer, pero ello dejó de ser necesario cuando repentinamente la multitud empezó a moverse de forma organizada hasta dividirse en dos, abriendo un camino en medio. A través de aquella vía libre, finalmente vieron con espanto cómo pasaba al frente la inconfundible y siniestra figura de Friedrich Weiss, con sus ojos brillando con una intensa luz verde esmeralda.

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