16. Resultado impredecible

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Podía sentirlo en todo su cuerpo, la rabia y la impotencia se convertían en un calor intenso. Alessa sentía que toda ella estaba a punto de estallar, deseaba volar en pedazos el laboratorio entero mientras veía el cuerpo exánime de Annelien tendido sobre la camilla, así que optó por llamarse a la calma. Debía pensar e intentar analizar lo que había sucedido, de modo que observó la incómoda escena con detenimiento. La pelirroja estaba sujeta por anillos metálicos en sus muñecas, brazos, piernas y tobillos, lo cual dejaba bien claro que no había sido traída ahí por voluntad propia.

—Tú habías ido a cazarla, maldito —dijo para sí misma, murmurando entre dientes con la vista baja—. Por eso no fue a dar sus clases, por eso encontramos su casa de esa forma.

Volvió a mirar a Annelien y se sintió terrible, no podía dejar de culparse por dejarla sola horas atrás. En tanto, los cabellos anaranjados de su profesora se desparramaban sobre sus hombros y la parte superior de su torso. Más que dormida, parecía una enferma terminal, con la piel pálida; su respiración y pulso cardíaco eran monitoreados por una máquina adyacente a su cápsula cilíndrica. Alessa, al verla así, sentía como si ella misma se desgarrase.

—¿Qué te hicieron, Ann? —dijo para sí misma. Si hubiese estado en carne y hueso, podría incluso haber derramado una lágrima. La rabia no tardó en retornar a ella— Te voy a sacar de aquí, no importa cómo, es una promesa.

A continuación, cerró sus ojos e intentó concentrarse. Debía hacer algo, no sabía qué, pero debía hacerlo rápido.

—Pyrea, ¿estás ahí? —pronunció con su voz, tomándose a sí misma por sorpresa. Por un momento había olvidado que estaba fuera de su cuerpo y por lo tanto no podía pensar sin hablar.

Sea como sea, necesitaba hablar con la mujer de fuego, así que esperó durante varios segundos, pero no obtuvo respuesta alguna. Empezaba a ponerse nerviosa por el prolongado silencio cuando una sensación de vacío la invadió; de pronto se sintió mareada y débil. Un hormigueo recorrió todo su cuerpo y entonces sintió miedo, no sabía qué estaba pasando pero se sentía como si estuviera a punto de desmayarse, como si le pesara cada vez más moverse, pero nada de eso tenía sentido si ella estaba fuera de su cuerpo.

Entonces, una parálisis se apoderó de ella seguida de un espasmo, su brazo se movió solo. Luego, su otro brazo y sus piernas le siguieron.

—Pyrea, ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? —gritó, a sabiendas que el espectro estaba detrás de todo aquello.

No hubo respuesta alguna, sino que todo su cuerpo se movió por sí solo hasta alcanzar el cuerpo inconsciente de Marko. Su mano se estiró por sí sola y con el dedo índice señaló la frente de él. En ese momento, ella sintió un alivio inmediato; la pesadez había desaparecido instantáneamente y podía volver a controlar su cuerpo. Se fijó cómo su dedo seguía apuntando hacia Marko, justo sobre su frente.

—¿Quieres que entre en la mente de Marko? —dijo en tono molesto, todavía contrariada por lo que acababa de pasar. De inmediato se arrepintió de preguntar, pues comenzó a asentir de forma involuntaria. Ella reaccionó tomándose la cabeza con brusquedad— ¡ESTÁ BIEN, YA ENTENDÍ QUE NO PODEMOS HABLAR!

Puso las manos sobre el tablero y soltó un nuevo suspiro. Levantó su mano derecha y la puso sobre la frente de Marko. Sus ojos anaranjados se iluminaron, y a continuación toda ella.

—Espero no arrepentirme de esto —imploró, justo antes de fragmentarse por completo.

Alessandra quedó convertida en partículas pequeñas y anaranjadas que se arremolinaron sobre la frente de Marko y se metieron dentro de su cuerpo.


Julio de 2032, Reino Unido.


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