33. Trágica batalla

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A su alrededor, los infranqueables muros arbóreos aprisionaban su campo visual. Frente a él, una violenta tempestad proveniente de la nada lo embestía en forma de un vendaval arrasador. Sin embargo, él se mantenía en su sitio, sin moverse un solo palmo, pues lo que yacía en su interior era algo mucho más fuerte, mucho más descomunal. Ya conocía a la perfección a aquello que pretendía frenarlo, pero si la última vez que sufrió su embate había logrado resistirlo con la simple acción de su voluntad, ahora que circundaba en torno a él aquella aura púrpura, ahora que la energía de su protector le pertenecía, su objetivo no era resistir. No, su objetivo era aplastar.

Mientras permanecía impasible ante el paso del viento, este comenzaba a traerle recuerdos, imágenes que no le pertenecían a su memoria, dos voces que se escuchaban en conjunto con el movimiento de dos pares de labios pertenecientes a dos mujeres, a las cuales podía reconocer sin duda alguna.

Alessa, lo siento... Todo esto que te ha sucedido, yo... Lo lamento... Espero algún día puedas perdonarme...

Ya basta, Ann, no es justo que te castigues tú misma por lo que otros han sufrido. Quiero que te olvides de todo eso y te concentres en una sola cosa: la salida.

Reconoció inmediatamente el contexto de las visiones. Ellas habían estado ahí, justo donde él se encontraba. En la siguiente imagen que pasó ante sus ojos vio un grupo de espectros color verde esmeralda acercándose a ellas. La furia y la impotencia comenzaron a palpitar violentamente en su interior.

No... No... No puede ser...

Annelien, corre...

No... Pero, Alessa, yo... No puedo dejar...

¡QUE CORRAS, MALDICIÓN!

Las vio correr, las vio llegar hasta un callejón sin salida y finalmente, con el dolor haciendo mella en su interior, presenció con sus propios ojos el devastador sacrificio de Alessandra.

Alessa, ¿Qué estás haciendo?

¡Annelien, mírame! ¡A la mierda lo que pase conmigo! ¡Si Imperos logra capturarte, cualquiera que sea su objetivo, lo cumplirá!

¡NO! Por favor, Alessandra, pídeme lo que quieras, pero no que te abandone aquí... Alessa, yo...

¡Tú entiéndelo! ¿Que acaso no lo ves? ¡No puedes hacer nada! ¡O caigo yo o caemos ambas! ¡Si caemos ambas, todo caerá junto con nosotras!

Entonces vio el muro cerrarse, separándolas a ambas. Vio a una Alessandra de ojos magenta encarar a tres espectros completamente sola, asestándoles descargas de energía cada vez que intentaban acercarse, pero recibiendo un ataque tras otro sin posibilidad alguna de defensa, intentando desesperadamente resistirlos, hasta que vio como era finalmente derribada al suelo, derrotada, luego sostenida y alzada por el cuello por uno de ellos, mientras los otros dos le colocaban la mano en la frente, a la vez que ella soltaba un grito desgarrador en tanto sus ojos se coloreaban del mismo brillo esmeralda.

Pensó que ya había visto demasiado, pensó que sus puños y su cuello no podrían tensarse más producto de tanta rabia, de tanto odio que contenía en su interior hacia aquel ser infernal, pero entonces una última secuencia se mostró ante sus ojos: Annelien era lanzada por los aires para luego estrellarse rodando por el suelo, y al levantar la vista, Alessandra la miraba con aquellos siniestros ojos fulgurantes en verde esmeralda.

¿Qué ocurre, Ann? ¿Acaso no te alegra verme?

No... No... No puede... Esto no puede ser cierto...

Si lo deseas, puedo explicarte lo que es cierto.

Se levantó lo más rápido que pudo y empezó a correr con todas sus fuerzas, alejándose de Alessa, solo para que ella apretase los dientes, denotando furia, y le lanzase una descarga de energía verde esmeralda, derribándola al instante. Acto seguido, sus pies se despegaron del suelo, para luego desaparecer y aparecer instantáneamente justo frente la abatida pelirroja.

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