9.

2.7K 144 20
                                    

LUNA

Abro los ojos con dificultad mientras me desperezo. No sé cuantas horas he estado dormida pero deben de ser muchas porque al despertar tardo unos segundos de más en ser consciente de que no estoy en mi habitación de Barcelona. Giro mi cuerpo para alcanzar mi teléfono, que reposa sobre la mesita de noche, y al mirar la hora consigo ver justo debajo una infinidad de mensajes y notificaciones que me han ido llegando a lo largo de la noche. La mayoría procedentes de Pablo y algún que otro del grupo de mis amigas.

Desde que llegamos ayer a casa de mis abuelos paternos todo había sido un completo descontrol. Nada más poner un pie en su casa, se empeñaron en salir a comer al típico chiringuito a pie de playa y, teniendo en cuenta que la situación con mi madre aún seguía siendo algo tirante, no podía escaparme.

Aunque es cierto que esperé su típica, y extensa, charla sobre las cosas que no debo hacer; como llegar tarde sin avisar o no dar señales de vida cuando me llama, me alivió de algún modo comprobar que por esta vez, me había librado de tener que escucharla. En su defecto, solo había repetido en varias ocasiones y con cierto retintín que "la que tiene cuerpo para trasnochar, tiene cuerpo para pasar el día en familia". Así que no pude negarme de ninguna manera.

Por suerte, el tiempo acompañó bastante y el resto del día fluyó demasiado rápido a pesar de que a última hora apareció uno de mis tíos paternos y se nos hizo algo tarde el volver a casa. Pero eso no impidió que pudiera disfrutar de mis horas de sueño perdidas, que no eran pocas.

Desbloqueo el teléfono. Lo primero que salta a mi vista, aparte de un mensaje de mi padre diciendo que han salido y que llegaran en un par de horas, es el chat de Pablo. El último mensaje que le mandé anoche era una foto mía en uno de los espejos de la casa avisándole de que ya había llegado. No me dio tiempo a esperar su respuesta ya que en cuanto mi cuerpo tocó la cama, caí en un sueño profundo. Y así hasta ahora, que acabo de despertarme y estoy tan zombie que por poco olvido hasta como me llamo.

Vuelvo mi vista a la pantalla de mi móvil para comprobar la hora. Las once de la mañana, no está mal.

Pablito<3

Yo voy a salir a cenar con los chicos, Lunita

*foto*

¿Sábes? Pedri y Ansu me han preguntado por ti

Me han liado y nos vamos de fiesta también

Estoy triste

Te estoy echando de menos

Muuuuuchoooooo

Acabo de llegar a casa :) no voy borracho, lo prometo

No puedo evitar reír al ver la foto que he recibido, es prácticamente igual que la mía, donde me enseña su outfit a la vez que pone morritos. Leo un mensaje tras otro. Cada uno está mandado a una hora distinta siguiendo el curso de la noche y el último lo ha enviado a las seis de la mañana así que, ahora mismo estará dormidísimo (y por supuesto borracho, aunque lo niegue). No se si se debe al efecto que el alcohol ha tenido en su cuerpo pero me ha parecido lo más tierno del mundo que se haya estado acordando de mí mientras salía con sus amigos.

Le doy los buenos días y, después de decirle que yo también le estoy echando mucho de menos y que no me creo que no hubiera bebido, me levanto de la cama para desayunar algo. De camino a la cocina me encuentro con mi abuela. Está sentada en el jardín mientras escucha la radio y tararea algunas partes de la canción que está sonando, parece concentrada intentando arreglar el botón de la camisa de mi abuelo que ayer rompió sin querer el pobre hombre.

ONLINE | Pablo Gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora