༺CAPÍTULO CUATRO༻
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Dios mueve el alma como mueve los océanos.
Victor Hugo |Les miserables
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MERODEAR por el Este de Londres debía considerarse como una costumbre para ella, desde sus antiguas andanzas por los alrededores de Limehouse Lane el año anterior, Rosaline quería creer que se había acostumbrado a observar el lado más pobre de la ciudad y reprimir sus emociones al mismo tiempo. Pues antes su corazón se habría sentido marchito por descubrir la miseria en la que se revolcaba el hombre, más ahora comprendía que no estaba en sus manos el hacer nada al respecto.
Confiaba en que, si avanzaba a paso tranquilo, no llamaría tanto la atención. Pues a diferencia de otras señoras del centro, su vestimenta no era del todo rica ni muy llena de accesorios. Tampoco quería convertirse en la próxima víctima de ningún ladrón o asaltante, aunque estudiando bien el panorama como le habían enseñado en caso de sentirse amenazada, se dio cuenta de que, quizá, su preocupación fuese infundada, pues a su paso, la gente se dirigía ruidosamente a sus quehaceres, sin prestarle la menor atención.
El puerto, esa caldera hecha de ladrillos y piedra, parecía siempre estar hirviendo con torbellinos de actividad humana: un hombre con una carretilla vociferaba: «¡Cerveza de jengibre! ¡Cerveza fría de jengibre para refrescar las gargantas polvorientas!»; un carro de agua avanzaba con dificultad, seguido por algunos chicos que barrían los adoquines; un repartidor que pedaleaba encima del triciclo más extraño que Rosaline había visto en su vida, con las dos ruedas en la parte delantera en vez de en la trasera y con una gran caja atada al manillar. En una esquina, tres niños de cabellos oscuros cantaban con la armonía de los ángeles en un idioma que desconocía, y el del medio sujetaba una taza de loza que esperaba el penique de los pasantes; mientras que a sus espaldas, encima del simulado coro, un hombre vestido con harapos sujetaba una lata de engrudo y un pincel mientras hacía equilibrios sobre una escalera para pegar anuncios de betún para zapatos, y varios hombres ataviados por completo de blanco clavaban un aviso de cuarentena en la puerta de un alojamiento para huéspedes.
Por un instante, la castaña se preguntó qué fiebres y enfermedades horribles traería la hedionda brisa del Támesis, y si ella misma, al haber puesto los pies en la embarcación de los parias, podría morir de cólera o escarlatina.
Al final, despidió tales pensamientos y la curiosidad que la hacía estudiarlo todo con especial reparo para centrar su interés en un grupo de cuatro mujeres que doblaron una cuchilla enfundadas en ropas de trabajo. No supo como, pero su instinto le empujó a seguirles los pasos, asumiendo que debían ir, o al menos saber, dónde quedaría la Fábrica de Fósforos.
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ROSALINE ━━━ enola holmes ✓
Fanfiction🎩🔍🌼 ... ❝En una época llena de reglas, ella seguía las propias❞ Donde 𝙍𝙤𝙨𝙖𝙡𝙞𝙣𝙚 𝘽𝙖𝙧𝙣𝙪𝙢 es una institutriz huérfana cuyo trabajo ha consistido por años en enseñar a la menor de los hijos de Eudoria Vernet Holmes: 𝙀𝙣𝙤𝙡𝙖. Tan solo...