🎩🔍🌼 ... ❝En una época llena de reglas, ella seguía las propias❞
Donde 𝙍𝙤𝙨𝙖𝙡𝙞𝙣𝙚 𝘽𝙖𝙧𝙣𝙪𝙢 es una institutriz huérfana cuyo trabajo ha consistido por años en enseñar a la menor de los hijos de Eudoria Vernet Holmes: 𝙀𝙣𝙤𝙡𝙖. Tan solo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
━─────╮•╭─────━
Ella camina en la belleza, como la noche de clima despejado y cielos estrellados; y lo mejor del brillo y la oscuridad se encuentra en su aspecto y en sus ojos.
Francine Rivers | Amor redentor
━═━═━═━═━═━═━═━═━
IMPORTANTE: poner play a la música en multimedia cuando vean este símbolo: ►
EL RELOJ marcó las ocho menos cuarto de la noche, y aún, Sherlock Holmes daba vueltas en el interior del salón como un sabueso enjaulado.
Uno de los rasgos que más lo caracterizaba como el gran detective que era y por el que la mayoría de la comunidad londinense lo conocía era su agudo ingenio, siendo un pensador profundo, que pasaba gran parte de las horas del día dedicando su cerebro a encontrar respuestas, pistas, soluciones... cualquier cosa referente al deber que desempeñaba en su trabajo como única prioridad. En ocasiones, no obtener el resultado que esperaba lo sacaba de quicio con mucha frecuencia, pero esa noche, siendo víctima de sus sentimientos más bajos, su mente se debatía en más de una cosa.
"Hablaré con ella. Sí, le haré saber" se decía por momentos, tan solo para instantes después regresar a su posición de cobardía inicial y regañarse diciendo "No ¿Acaso perdiste la cabeza? No está bien. Tú no eres así. No dejes que tus emociones nublen tu juicio"
Y es que a decir verdad ¿Qué era eso tan importante que debía decirle con urgencia? Si es que hasta él ni siquiera sabía cómo expresarlo o ponerlo en orden en su maldita cabeza ¿Qué iba a decir cuando la tuviera delante? ¿Que la necesitaba? ¿Que no deseaba verla con nadie más? ¿Que lo hacía enloquecer con sus manías pero el solo pensamiento de verla marchar en algún momento lo estaba matando?
Sherlock se sentía tan frustrado que tuvo el instinto de tirarse del cabello por tanto pensar.
Él no era así. Jamás se habría dejado llevar por lo que su corazón le dictaba antes que su cerebro. Disfrutaba de estar solo como nada en el mundo, de que nadie lo pudiera entender más que sí mismo. Pero entonces ella había llegado, con su sencillez y su cariño absurdo por quienes la rodeaban, haciéndolo cuestionarse todo y a la vez nada. No pasaba de ser una mujer como cualquier otra, e incluso extremadamente ordinaria, pero era esa sencillez precisamente lo que lo tenía prendado como un idiota de sus faldas.
La tarde anterior, mientras bailaban, Sherlock sintió que moría lentamente por un solo roce de sus manos sobre su pecho, por la profundidad de sus ojos verdes mirándolo con el mismo anhelo que lo consumía lentamente...