🎩🔍🌼 ... ❝En una época llena de reglas, ella seguía las propias❞
Donde 𝙍𝙤𝙨𝙖𝙡𝙞𝙣𝙚 𝘽𝙖𝙧𝙣𝙪𝙢 es una institutriz huérfana cuyo trabajo ha consistido por años en enseñar a la menor de los hijos de Eudoria Vernet Holmes: 𝙀𝙣𝙤𝙡𝙖. Tan solo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
━─────╮•╭─────━
El secreto está en dejarlo fluir y que, simplemente, ocurra.
Miguel Gane | La piel en los labios
━═━═━═━═━═━═━═━═━
ROSALINE atravesó el umbral de la puerta con una sonrisa radiante, llevando entre sus manos un nuevo ramo de flores que fue rápidamente a depositar en el jarrón de porcelana de la mesa central.
A su alrededor, el apartamento del detective había adoptado un nuevo estilo al agregar más de uno de esos arreglos florales para (según ella) embellecer un poquito más el ambiente. Habían gladiolos adornando la entrada con diversos colores entre magenta y amarillo, junto con pequeños fajitos de No me olvides, margaritas y algunos agregados que el dependiente de la floristería del Este de Londres le gustaba regalarle todas las mañanas cuando iba de paseo por la zona, siempre con la esperanza de encontrar a Enola entre el gentío que llenaba las calles.
Poco después de empezar a frecuentar el local, Rosaline recibió del anciano vendedor un libro que se titulaba El herbario o Historia general de las plantas, y era tan pesado como un cofrecito lleno de monedas. En las noches, cuando terminaba de leerle en alto a Sherlock, se dedicaba un momento solo para aprender con una fascinación cada vez mayor. Estudiaba sus precisos dibujos y guardaba en su memoria las virtudes y los usos de todas las plantas.
Gracias a eso aprendió que tomar peonía con vino ayudaba a mitigar las pesadillas o los sueños melancólicos, y que cuando una madre daba a luz a su hijo, las semillas de perejil ayudaban a que la placenta se expulsase limpiamente. El ruibarbo purga la locura y la histeria. El hinojo agudiza la vista y era un antídoto para algunos venenos.
Pronto Sherlock empezó a confiar más en ella para ayudarlo en sus casos pendientes sobre víctimas asesinadas a causa de envenenamiento, y aunque no lo dijera en alto, sí que resultaba de gran ayuda tener sus conocimientos a mano para cosas así. Además de que escucharla hablar sobre un tema que la apasionaba a la vez que de perdía a sí misma en la inmensa cantidad de papeles criminales era algo que llenaba el corazón de Sherlock de un inexplicable placer.
Había llegado a un punto en el que ya no le era posible apartar sus ojos de ella cuando los dos se encontraban en la misma habitación. Inexplicablemente, su presencia dejó de resultarle molesta para pasar a convertirse en una necesidad, de forma que si no escuchaba su voz parloteando sobre cualquier cosa a su lado ya no era capaz de concentrarse en lo que sea que estuviese haciendo ¡Y sonreía! Vaya que sonreía cuando ella estaba cerca, paseándose con ese perfume de lavanda que le nublaba los sentidos. Era una sensación, que lo hacía sentir pleno, aunque a iguales niveles de confusión.
