03 - Editado

21 8 0
                                    

Oh, es sangre.

Oh, espera, quiero decir, ¡ew, sangre!.

Me desperté a las tres de la mañana sudando frío y mirando a los lados de mi habitación con rapidez.

Había tenido un pesadilla, pero no era para nada igual a otras que haya tenido, esta era diferente. Tan diferente que se sentía distinto y no sabía cómo describirlo bien, y para colmo había olvidado gran parte del sueño—como costumbre por parte de mi cerebro—. Lo único que poseía ahora eran fragmentos borrosos de diversos elementos que aparecían en el sueño.

Recuerdo:

Un bosque...

Mucho frío, igual que en la tarde en la pastelería.

Hojas cayendo de los árboles justo como en otoño...

Y unos ojos, un par de ojos cuyo color no era fácil de identificar, parecía ser amarillo pero también se tornaban  rojos y así podían pasar a ser negros más allá de la pupila. Y... si mirabas con atención, se veía una línea muy fina al rededor de la pupila de color verde.

Recuerdo que si miraba los ojos... podía sentir cualquier tipo de dolor en mi cuerpo de una manera que no podía explicar.

Volví a cerrar mis ojos, concentrándome en olvidar los antecedentes ocurridos en la tarde de ayer y el misterioso sueño. Creí que iba a ser fácil volver a dormir, pero una gota de no sé que cayó en mi frente. Suponiendo que era sudor a causa del sueño la removí con el dorso de mi mano, sin prestarle importancia.

Pero al hacerlo volví a sentir otra gota caer, como si fueran constantes gotas de agua cayendo. Levanté mi mirada al techo para confirmar si no era una gotera y efectivamente no había nada.

Fruncí el ceño y volví a limpiar mi frente. Por instinto, mire mi mano para ver lo que había limpiado y decir que me paralice al ver ese liquido rojo y espeso corriendo por mi muñeca en una fina gota era poco.

Era sangre.

Mi respiración se volvió un poco agitada. ¿Acaso me había golpeado mientras dormía?

—¿Pero, qué...?—Me caye a mi misma, en shock.

No había gotera en el techo, y lo que tenía en mi mano no era pintura. Pero ¿De dónde provenía la sangre?.

Me senté en la cama, buscando una explicación. Pero en vez de conseguir eso, vino a mi la misma voz extraña que había oído en la tarde.

Esos susurros, ahora en unísono, aturdían mi cabeza, palpitando en mis oídos:

—¡Te debes acercar.  Acércate, Megan. Él conoce la verdad!— decían los susurros, una y otra vez, en tonos burlones mientras reían y gritaban. Golpeándome los tímpanos sin piedad.

Cubrí mis oídos al sentir un terrible dolor en ellos y algo parecido al miedo me abordó por completo.

—¡Cállense! ¡Cállense! ¡Cállense!—Imploré, cerrando mis ojos a punto de desbordarme en llanto a causa del dolor. Sin explicación alguna, mi nariz empezó a soltar gotas de sangre por parte de las dos fosas nasales.

Tres segundos después las voces cesaron dejándome aturdida y cansada, como si hubiera corrido una maratón. Casi al instante después de que pasara todo, la puerta se abrió de golpe causando que me sobresaltara y esperara lo peor, pero lo único que ví fue a mi mamá en la puerta con expresión preocupada.

—¿Te encuentras bien, hija? ¿Qué paso?— Se sentó en mi cama. Encendió la luz de la mesa de noche y su expresión de preocupación se hizo más grande—¡Estás sangrando!.

After Dark (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora