08 - Editado

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¿Quién lo diría?, hasta el lugar más tenebroso puede ser hermoso. Y viceversa...

Cuando Desmond estuvo al final de la carretera pensé que iría al pueblo, pero me equivoqué al ver que él dió la vuelta hacia una vereda que se dirigía directamente al bosque.

Fruncí el ceño automáticamente.

—¿Qué haces?—pregunte, sin siquiera esperarme que saliera en tono de advertencia.

—Yendo al bosque, Duh—No fue su tono de voz lo que me molesto, fue su encogimiento de hombros lo que me hizo querer arrancarle la cabeza.

—¿Tienes problemas?, Porque si es así yo puedo ayudarte, de verdad.

Frenó la bicicleta justo al frente de el espesor de árboles. Él se bajó de la bici y yo solo para no caerme tuve que hacerlo también. Dejó la bici ahí tirada, supongo que sabía que nadie iba a llevársela.

—Por favor, dime qué no crees en los cuentos —suplico, poniendo amabas manos a la altura de su pelvis.

—No sé a qué cuentos te refieres — respondí, frunciendo el ceño por vigésima vez en el día.

Él me miró con extrañeza pero no dijo nada con respecto a ese tema. Aún así quise que pronunciara algo con respecto a eso de los “cuentos”, se me había quedado plasmado en cada parte de mi cerebro aquella historia del bosque rojo.

Aunque había leído algo en la biblioteca, no iban más a fondo de lo que quería saber. A veces el conocimiento solía estar en las experiencias en vez de estar dentro de un libro.

—Pues como sea, me lo debes—Dictaminó—Se te había olvidado que iba a buscarte, ¿no?, No te dije nada antes, pero si me di cuenta de tu reacción.

Bueno, sabía que yo era obvia, y él no era idiota. Y tampoco olvidaba rápido.

—Lo siento, es que estuve ocupada en la mañana, tenía muchas cosas en la cabeza—me justifique con la verdad.

—Claro, Mmmm, déjame pensar, ¿Pensando en que te ibas a poner mañana para impresionar a Ryan?, ¡qué ocupación!—Soltó con sarcasmo.

Rodé los ojos y me cruce de brazos. Él no estaba molesto, más bien, había esa diversión ácida típica de él plasmada en su rostro.

—No pienso tocar ese tema de conversación—Finalice.

—¡Pues sigueme!.

Y así de la nada mi querido amigo se metió en el bosque. Entre en alarma.

—¡Desmond!—lo llame, con ese toque de advertencia en la voz. Parecía a madre regañona.

—¡Lo siento, Meg, no te oigo!.

¡¡¡Argh!!!.

—¡No te hagas el tonto, tu sabes que me estás escuchando!—brame sintiéndome estúpida, acercándome al lugar por dónde Desmond había desaparecido.

No quería entrar ahí. Aún no se me olvidaba que habían animales salvajes ahí dentro.

—¡Vamos, Megan!—insistió él desde un punto en el cual no podía verlo. Ya en mi posición, estaba enojada.

—¡No PIENSO entrar ahí!—Afirme enfatizando claramente mis palabras—¡Pueden haber animales salvajes!.

No, eso no era una posibilidad, era una afirmación.

Sin embargo, después de que dije eso no volví a escuchar la voz de Desmond. Me quedé mirando los árboles de pino y todo lo demás. La verdad el lugar no estaba tan mal de este lado, pero yo no iba a entrar ahí con alguien que, quizás, no sabe cómo defenderse en situaciones de peligro.

After Dark (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora