Capítulo 9: Llámame

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POV Alex

Las tenía agarradas por el cuello, yo no era capaz de moverme, solo podía ver como las sujetaba y presionaba sus cuello al punto de escuchar pequeños crujidos.

-¡Suéltalas!- intentaba por todos los medio moverme pero mis cuerpo no respondía, mi ansiedad estaba al límite, mi ira en un descontrol hasta que vi su sonrisa torcida y los ojos de ellas asustadas pidiendo que las salve. Todo se volvió ensordecedor al escuchar el crujir de sus cuellos ver cómo la luz de sus ojos se apagaba.

Me desperté de un salto, mi respiración era errática, mis manos temblaban, mis ojos estaban rojos, mi corazón iba a mil por hora y el comienzo de mis garras sobresalían. Intenté moverme pero unos brazos me tenían sujeta de la cintura, reconocí el aroma chocolate pero está vez combinado con pino, ya era de día y la luz lograba colarse un poco por la ventana, lo suficientemente para dejarme observar su rostro vislumbrado por los rayos del sol, su mera presencia relajó todo mi cuerpo, volví a la normalidad mientras me acomodaba cerca de ella. Al sentir el movimiento de mi cuerpo frunció un poco el seño mientras gruñía y me acercaba más ella enterrando su rostro en mi cuello. Inhalé su aroma mientras cuchaba los latidos de su corazón, también me concentré en buscar los de Alice para asegurarme de que todo estaba bien, al terminar de hacerlo pude apreciar la belleza de Elizabeth que me tenía fuertemente sujeta de la cintura, respiraba con tranquilidad aunque a veces decía cosas sin sentido y arrugaba la nariz, era adorable. No se qué hora era pero preferí esperar unos minutos más a su lado antes de levantarme y perder todo contacto posible con ella. Recordé la noche anterior y vagamente el cómo ella me encontró en mi forma de loba en el bosque, estaba preocupada por ella y por mucho que no quisiera que me viera de ella manera mi instinto de protegerla fue mayor. Ahora no tengo ni idea de cómo mirarla a la cara, no tenía porqué haberme visto de esa forma.

Minutos después me encontraba en mi cocina haciendo el desayuno que constaba de cómo 30 panqueques, tocino y nos huevos. Alice y yo comemos demasiado, hablando de la pequeña Alice la veo con el conejo de peluche gris que me dio Nicolás en una mano mientras con la otra se rascaba los ojitos por el sueño que tenía, eran las 8:30 de la mañana. La miraba con una sonrisa, después de un pequeño bostezo de su parte se acercó a mí alzando sus brazos en mi dirección mientras son reía, con gusto la tomé en mis brazos para abrazarla y darle un beso en la mejilla.

-Buenos días pequeña lobita.- le hice cosquillas en su pancita, soltó una suave carcajada. Se recostó en mi hombro dandome un abrazo mientras yo terminaba de revisar el desayuno.

-Buenos días Lexa.- lo dijo muy bajito, al parecer alguien sigue un poco dormida.

-Te tengo una sorpresa.- subió su cabecita para mirarme ahora alerta y curiosa. -Hay alguien en mi habitación que ahora está muy dormida. ¿Podrías ir a despertarla?.- se lo pensó un momento y luego sonrió asintiendo, la bajé y la vi salir corriendo junto con su conejo.

Terminé de poner el desayuno en la mesa cuando escuché un pequeño grito por parte de Alice y un gruñido por parte de Elizabeth, después seguido de una risas por parte de ambas. Puse los ojos en blanco mientras sonreía, Nicolás se sentó al frente mío con una cara de dormido que no se le quitaba, le pasé una taza de café mientras nos sentábamos en la barra de la cocina. No tengo comedor por no lo veía necesario, estaba sola la mayor parte del tiempo, ahora está Alice, pero ella tiene una silla especial para que alcance la barra con tranquilidad. Después de unos minutos en silencio mientras Nicolás se despierta parece recordar la noche anterior y abre los ojos con sorpresa, yo solo los pongo en blanco, es un idiota.

-Joder, Elizabeth está aquí.- lo dijo como si solo importara esa parte, lo miré incrédula.

-De todo lo que sucedió anoche, ¿Sólo recuerdas eso como importante?.- bufé mirando hacia otro lado y escuché su risa, sonreí por inercia, amo a este idiota aunque me den ganas de matarle por ello.

SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora