Capítulo 18 "Decisión eficaz"

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Tom y yo subimos a su auto, de camino a la gasolinera, me puse a contarle lo inusual del hermano de Davina, pues seguía siendo bastante extraño que no hubiese llegado aún.

-A lo mejor aún está trabajando. Y si él adicto de Bill dice que es un hombre ocupado, tal vez lo está.

-¡Oye! no sabemos si es un adicto.

-Pero tampoco lo descarto.

-Como sea, presiento que algo no me está diciendo Davina, y parece ser importante, pero ni siquiera sé que preguntarle.

-Pregúntale a Bill.

-Eso iba a hacer, pero interrumpiste con tu sensual contoneo.

-Lo lamento, pero si no camino así, no me siento completo.

Ambos soltamos una carcajada. Cuando dejó de darnos gracia su comentario, me di cuenta que ya estábamos en la gasolinera.

-¿Tan rápido llegamos?

-Pues ni tanto, estaba más cerca la otra que te mostré hace unos 20 minutos.

-¿Me mostraste una gasolinera?

-Claro, ¿cómo es que no lo recuerdas? -preguntó extrañado.

-No lo sé, tal vez son los shots de tequila lo que me tiene así.

-Puede ser.

-¿No vas a bajar a cargar gasolina?

- Sí, pero no es tan urgente como esto -dijo dándome un beso de aquellos que buscan contacto lengua con lengua.

Separándose de mí por un momento, me soltó el comentario que logró que me derritiera en segundos.

-No sabes cuánto estuve deseando hacerlo desde que llegué a esa casa. -Dijo sonriendo de manera exageradamente feliz.

Sin poder responder verbalmente, lo tomé de la cara y lo besé con la misma intensidad de sus palabras. La emoción llegó a tal punto que metió su mano bajo mi falda para apretujar sobre mis medias, uno de mis anchos muslos.

Me estaba excitando tanto, que tuve el impulso de masajear sobre su pantalón, aquel bulto que ahora sabía, rogaba por mi tacto.

-Tengo ganas de cogerte Hiddleston.

-¿Es una venganza por la última vez?

-Sí... -respondí para enseguida lamer su mejilla.

-Calma preciosa -dijo divertido-. Estamos muy a la vista, necesitamos encontrar un lugar menos... ¿cómo decirlo? que no sea tan sencillo arrestarnos por indecentes -aclaró riendo.

-Es que en serio muero por tenerte entre mis piernas -dije con una cara satírica de súplica infantil.

Prendió el auto enseguida.

-Vamos a estacionarnos... -decía mientras buscaba con la mirada-. ¡Ahí! -espetó poniendo el auto en un pequeño callejón cerca, que no tenía alumbrado público.

-Ahora tus ojos son verdes -dije tomándolo de la cara, analizando muy detenidamente el color.

-Pues, tal vez es por la iluminación. Pero son azules, nena.

-Pues yo los veo verdes ¿no me mentiste verdad? porque no me gusta que me mientan.

-No ¿por qué te mentiría? ... Estás... ¿estás llorando? -pregunta ahora confundido.

-Es que me mentiste... tus ojos claramente son verdes... -dije comenzando a llorar.

-¿Estás ebria?

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