AMELIA
Antes de entrar al salón lo sé, sin necesidad de que alguien me lo diga. Lo siento en mis huesos.
En cuanto me siento a mi buro y elevo los ojos le veo, él está al final del aula rodeado del resto de sus compañeros. Vistiendo una de sus acostumbradas camisas a cuadros, con ese cabello rubio que parece nunca ser peinado que tan bien le queda y la musicalidad de su sonrisa haciendo eco contra las ventanas y paredes del lugar.
Eren está de vuelta.
Voltea su rostro en mi dirección y hacemos contacto visual. Me tenso al verle abandonar su puesto y caminar en mi dirección. Por puro instinto me pongo en pie y camino hasta el pizarrón donde, por supuesto, está el corazón de tiza.
- Buenos días profesora. - escucho a mis espaldas - ¿Me echo de menos?
Todo cuanto puedo ver son sus ojos entrecerrados y su rostro contraído mientras deja escapar un gemido de placer, y el tamaño y dureza de lo que había sostenido cuando...
- ¿Profesora? – insiste -
Recuesto mi frente en la pizarra y cierro los ojos de golpe. De repente siento vértigos y deseos de vomitar. El poco aire que llega hasta mis pulmones está saturado del delicioso y varonil perfume que emana de él.
- No... no me estoy sintiendo bien. - balbuceo -
- Se ha puesto muy pálida.
Nota una de mis estudiantes, provocando que todos se me acerquen en tropel.
- ¿Le está doliendo la cabeza?
- ¿Padece de la presión?
- ¿Profesora?
Demasiadas preguntas al mismo tiempo. No logro concentrarme. Mientras más me preguntan peor me siento, más fatiga me da y...
- Me voy a desvanecer... – susurro mirando en su dirección – Eren...
Pierdo el conocimiento justo en los brazos de él.
***
Espero pacientemente que la enfermera termine de tomarme la presión por segunda vez.
- ¿Has estado bajo estrés últimamente?
- Solo un poco. – minimizo – No fue nada, solo no tuve tiempo de desayunar.
- Amelia, no eres una niña pequeña. – me regaña – Estás trabajando más de lo que deberías...necesitas alimentarte correctamente, necesitas descansar.
- Lo haré en cuanto llegue a casa.
- ¡No hay casa que valga! – protesta – Tengo la certeza de que en cuanto salgas por esa puerta vas a dirigirte al próximo salón de clases.
- Maura...
- ¡Maura nada! Eres una profesional sumamente responsable, pero cuando se trata de ti te vuelves muy negligente. No eres capaz de responsabilizarte por ti misma, por lo que...
- ¿Y si me responsabilizo por ella?
Ambas miramos hacia la puerta donde un rubio vestido de blanco y una camisa de cuadros azules con una bolsita de compras está entrando.
Un escalofrío recorre mi espalda.
Camina hasta la cama donde estoy tendida y me ofrece un jugo de manzana y un bocadillo de jamón y queso. Estoy a segundos de rechazarlo, pero ante la severa mirada de la enfermera solo me limito a sonreír amablemente.
- Cómelo...ahora.
Ordena la enfermera y, muy en contra de mi voluntad, comienzo a beber el jugo.
- ¿Eres su chico dorado? – le pregunta la enfermera –
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Amor entre letras [PGP2023]
RomanceDos almas en busca de amor con una misma pasión en común. ¿Será la diferencia de edad una ventaja o un inconveniente? (de momento no se me ocurre una descripción mejor, así que mejor lean el contenido de la historia, por favor y gracias)