Capítulo 29

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Jed tenía la mano izquierda apoyada contra el cristal de la ventanilla, y la derecha aún sostenía el trasero de Bree. Su respiración era pesada y superficial, casi agónica, pero era lo que menos le preocupaba. Bree estaba en las misma situación que él. Los muslos le ardían por el descarnado esfuerzo anterior, pero ni loco cambiaría de postura. Si miraba hacia abajo, aún podía ver el lugar en que sus cuerpos aún estaban unidos, y si lo hacía al frente, veía el rostro agotado, satisfecho y sonriente de su chica. ¡Mierda!, aquello era el paraíso.

- Tenemos que movernos.-

- Vale, dame un segundo.-

Jed gimió cuando sintió las piernas de Bree deslizarse hasta el suelo, liberando su cuerpo de aquel delicioso confinamiento. Tuvo que romper la conexión de sus cuerpos, pero no estaba contento de hacerlo. Recompuso su ropa a la vez que ella, y después la ayudó a acomodarse en el asiento del pasajero. Como todo un caballero, encajó el cinturón de seguridad, y después acomodó un mechón de su melena detrás de su oreja. Se quedó así quieto, observándola embelesad, en silencio. Ella acarició la mano que se había deslizado hasta su mejilla, y le sonrió.

- Llévame a casa.-

- Vale, pero que sepas que no he tenido suficiente.-

Le robó un rápido beso y dio la vuelta para ocupar su sitio detrás del volante. Mientras conducía, la música de una emisora cualquiera los acompañó. No se dijeron nada, no hacía falta. Jed no podía dejar de pensar en aquella palabra, "casa". ¿Podría imaginarse ella las ganas de que aquella palabra fuese real?. Su casa, la de los dos. Tenía que conseguirlo, tenía que aferrarla a él un poco más, hasta que le perteneciera tanto como necesitaba. Porque lo tenía bien claro, la necesitaba, con él, en su vida. Cuando intentaba ver su futuro, solo veía dos opciones. O envejeciendo juntos, felices y llenos. O se veía sólo y amargado por haberla perdido. Y esa última opción no le gustaba nada. Deslizó la mano hasta alcanzar la de ella, y la apretó, llevándola después hasta sus labios para darla un dulce beso. Ella le sonrió, y Jed se sorprendió deseando una imagen fugaz que pasó como un rayo por su mente. Ella allí sentada, sonriéndole de la misma manera, sosteniendo su mano como en aquel momento, y acariciando su redondeado y abultado vientre con la otra. "Su familia". No sabía cuando había dado aquel cambio, cuando la diversión, las fiestas y el sexo sin complicaciones, habían dado paso a aquella necesidad de seguir adelante, de formar una familia, de asentarse. Pero si sabía una cosa, Briana era la persona con la que quería dar ese paso, no, se corrigió, era la única con la que daría ese paso.

Era joven, demasiado, pero de repente, tenía mucha prisa en conseguir su objetivo, como si temiera que la oportunidad de hacerlo fuera efímera. ¿Se le escaparía Briana de las manos?. No podía arriesgarse.


***

Briana estaba parada frente a su armario, con una percha con ropa de la tintorería en su mano. No había manera. Sintió los dedos de Jed posarse sobre su vientre y enredarse entre ellos, al tiempo que su barbilla se acomodaba sobre su hombro. Adoraba cuando hacía eso, aunque sabía que tenía que costarle lo suyo. Arrugar su cuerpo para acoplarse de esa manera al suyo, tenía que regalarle un buen dolor de espalda.

- ¿No sabes que ponerte?.-

- No es eso. -

- ¿Entonces?.-

- ¿No lo ves?. No hay sitio. Te has adueñado de la mitad de mi armario, es imposible que pueda meter algo más ahí.-

Jed sonrió, aquel era su pié.

- En mi apartamento tengo un armario enorme. -

- Imposible, aquí ya no cabe nada más. No puedo hacerme más sitio. Vale que en el baño de sobre con una balda, pero lo del armario no me lo esperaba. Eres peor que una chica. ¿Cómo puede ocupar tanto un par de mudas para hacer deporte, un par de jeans y camisetas?. Se supone que se irían a medida que los vallas usando. Pero yo cada día veo más.-

Jed sonrió aún más. Había sido fácil que Bree aceptase su invasión, no pensó que tanto. Ahora venía la parte en que ella entendía que él prácticamente se había mudado a su casa, y que vivir juntos era ya un hecho. ¿Aceptaría mudarse con él?. A fin de cuentas, su apartamento era casi el triple que el de Briana, aunque tuviese el mismo número de habitaciones. Un baño más y un armario más grande tenían que ser determinantes a la hora de escoger.

- No, cariño. Me refiero a que seas tú la que meta tu ropa en mi armario.-

¿Tenía que ser más específico?, quizás ella no pensara en esa posibilidad.

- Podrías venirte a vivir conmigo.-

Ella volvió los ojos hacia él.

- ¿Hablas en serio?.- Jed no podía acabar de encajar la expresión de Briana. Sorprendida, intrigada, incrédula.

- No es una broma. -

- Es que...-

- ¡Espera!, antes de decir nada sopésalo bien. Mira, prácticamente estoy viviendo en tu casa hace casi una semana. No creo que vivir juntos sea el problema. ¿El porqué mi casa?, bueno, tengo dos plazas de aparcamiento, está más cerca de ambos trabajos, tiene unas vistas increíbles del mar, y recuerda, mi armario es más grande.-

Briana volvió la vista hacia el armario, como sopesando esa importante ventaja.

- ¿Más grande?, ummm.-

Le encantaba cuando fruncía los labios de esa manera cuando pensaba a conciencia las cosas.

- Mucho más grande.-

- Déjame pensarlo.-

Jed la soltó y se alejó de ella, alzó las manos y le regaló una infantil sonrisa.

- Piénsalo todo lo que necesites, sin presión alguna.-

- Cuando vuelva del trabajo. Ahora me tengo que vestir y darme prisa.-

La vio sacar la ropa del armario, y después colocar la de la tintorería en el espacio vacío, mientras soltaba un suspiro. Sí, el armario era su gran jugada. Ninguna chica podía rechazar un armario más grande.

Cuando Briana se sentó en el cocho, conectó el "manos libres" del teléfono, y marcó el número que la comunicaría con sus respuestas.

- Hola. Bree. Esperaba tus noticias.-

- Elsa, tenemos que hablar.-

- ¿Qué sucede?, ¿algo va mal?.-

- No lo sé, Elsa. Realmente no lo sé.-

Una nueva cazadora 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora