Capítulo 29

804 116 10
                                    


Me quedo firme con mi espada en mano apuntándole a uno de los soldados más fuerte del palacio... nada más y nada menos que al comandante de la flota del Rey.

¡Qué estupido soy!

Pero, todo lo hacía por ella. Por defenderla para que no la hirieran.

Creo que este es el vivo ejemplo de cuando dicen que se hacen locuras por amor. Pienso que ese definitivamente soy yo en estos momentos.

—Bueno Konor, si eso es lo que quieres. —Dice el hombre y le veo desenfundar su espada también. Mi corazón se acelera y sé, que probablemente, no saldría vivo de esta. No con todos estos soldados y con solo un brazo "bueno" para poder luchar.

De pronto, y sin previo aviso, el hombre se abalanza sobre mí y me lanza un espadazo el cual logro esquivar inclinando mi torso hacia atrás rápidamente.

El soldado continuó lanzandome espadazos, uno tras de otro como una lluvia de estrellas. Yo, utilizando mi espada para protegerme lograba esquivárselos todos.

Tratando de no dar ni un solo paso hacia atrás, ya que los dejaría entrar al templo si retrocedía, me mantengo firme en mi posición. El sonido metálico de las espadas chocando entre ellas llenaban el aire alrededor nuestro.

Los soldados detrás del comandante solo observaba. Creo que esto era algo entre este hombre y yo, por lo que los demás no se entrometían.

Veo como el comandante toma su espada con las dos manos y hace un barrido con ella de izquierda a derecha. Yo me inclino hacia atrás para esquivarle, pero éste fue más rápido y logró herirme.

Siento como mi pómulo derecho comienza a sangrar levemente seguido por un arbor en el área.

—¡Ríndete Konor, o morirás! —Me apunta con su arma. Sus ojos clavados en los míos.

—Tendré muchas cosas malas en mi vida, pero rendirme, eso no lo tengo en mi vocabulario. —Paso la parte trasera de mi mano por mi pómulo y limpio un poco la sangre que bajaba, a este punto, por mi quijada.

—¡Estúpido! —Dice, para acto seguido arremeter contra mí nuevamente.

Entre espadazos y continuas luchas, logro ver un punto débil en su defensiva, por lo que lo aprovecho y logro hacerle un corte en el pecho el cual hace que sus ropas se rompieran un poco. Noto como los soldados tras de él desenfundan inmediatamente sus espadas al escuchar el quejido de dolor del comandante, pero éste levanta la mano y cierra el puño en el aire haciéndole algún tipo de señal. Los soldados, al ver aquello, rápidamente vuelven y guardan sus espadas.

Noto como el hombre me mira con odio y rencor. La expresión en su rostro es de coraje.

En ése momento, el comandante suelta un grito fuerte y corre hacia mí con su espada en el aire. Yo abro los ojos muy grandes para acto seguido tratar de parar su ataque con mi espada. Una vez su espada y la mía hacen contacto, percibo como la mía se parte en dos y la primera mitad cae al suelo.

Me quedo perplejo por un instante, impactado.

El soldado inmediatamente me embosca y coloca la punta de su espada en mi cuello, justo bajo mi barbilla.

—¡Se acabó! ¡Arriba las manos! —Su voz entrecortada por la fatiga. Yo suelto lo que queda de mi espada y obedezco. —Haste a un lado y arrodíllate. —Señala con su cabeza hacia la derecha, yo comienzo a moverle lenta y pausadamente. Su espada aún en mi cuello.

—Yo solo quiero ayudar. —Miento. —Quiero que no se vayan a perder o que algo malo les pase allá dentro.

—¡No necesitamos tu ayuda, imbécil! —Me da una patada en el pecho la cual hace que yo caiga de espaldas al suelo y me quede momentáneamente sin respiración.

Medusa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora