Capítulo 1

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El festival del pepino de mar... ¿a quién se le ocurrió hacerle un festival a un animal tan feo? Además de que estoy seguro de que más de la mitad de las personas que asistían al festival no sabían ni habían visto en su vida a un pepino de mar.

¡Qué estupidez!

Pero, el que hubiera un festival en el pueblo significaba que vendrían muchas personas de todas partes, además de que las calles estarían repletas de gente a la cual podría robar y estafar fácilmente.

Caminando por las calles de Puerto Artero, veo como las personas disfrutan de esta festividad. Muchos bailando al ritmo de la música que reproducía aquel hombre con un acordeón, otros apostando en juegos al azar mientras que los demás se enfocaban en comer y comprar artículos que en realidad no necesitaban en las tienditas del lugar.

Mientras camino con las manos metidas en los bolsillos delanteros de mi pantalón, analizo quién podría ser la presa más fácil del día. A quién podría tomarle "prestado" algunas prendas de oro o dinero que me comprase algo de comida tanto para mí como para Lion y qué nos pagara la renta por unos días más.

—Buenas tardes señoritas. —Me acerco a un grupo de hermosas mujeres las cuales aparentaban tener dinero. A juzgar por las finas telas de las ropas que éstas llevaban y sus sofisticados peinados.

—Hola. —Contesta una de ellas, la más joven, de alrededor uno veintiún años, o mejor dicho, la más cercana a mi edad. —¿En qué puedo ayudarte? —Todas se me quedan mirando; una sonrisa en sus labios.

—Me preguntaba si alguna de ustedes sabe dónde queda el salón de Mosark. —Me lo acabo de inventar, tal salón no existía. Yo me conocía el Pueblo Artero como la palma de mi mano, y definitivamente no necesitaba indicaciones.

—¿Mosark? —Pregunta la más joven, y al parecer la única que se atrevía a hablarme. Las demás detrás suyo riendo disimuladamente mientras me miran de arriba a abajo. Yo solo asiento. —No somos de aquí, no conocemos el lugar. —Miro su muñeca derecha, tiene una bonita pulsera de oro, en su pecho un collar dorado también.

—Lo lamento, no pensé que fueran turistas. Me disculpo. —Coloco una mano tras mi espalda, la otra en mi pecho. Me inclino y le hago reverencia respetuosamente, miro con la esquina del ojo y veo como las chicas de atrás se sonrojan. Algunas tapándose la mitad de la cara con esos abanicos de mano los cuales se veían bastante costosos también. —Permítanme presentarme, me llamo Konor. —Extiendo mi mano hacia la chica, ella me mira por unos segundos pero termina colocando su mano sobre la mía. Yo me agacho, le beso la mano y chasqueo los dedos tras mi espalda.

En ése momento, un mapache rabioso sale corriendo de debajo de las mesas de las tiendas, salta y se le sube sobre los sofisticados peinados a aquellas chicas.

Inmediatamente éstas comienzan a gritar a patalear.

—¡Largo animal del demonio! —Grito ahuyentando a la bestia salvaje. —¡Fuera de aquí! —Digo y el animal sale corriendo despavorido y se pierde entre la muchedumbre.

La chica se me lanza a los brazos y me abraza fuertemente muerta del miedo. Sus ojos llorosos.

—¿Está bien señorita? —Paso mi mano por su cabello, ella me mira nerviosa.

—Sí, lo estoy. Gracias por defendernos. —Se seca una lágrima que rodó por su mejilla y se aleja dos pasos de mí. Yo asiento y sonrío.

—Es un placer para mí salvar a damiselas en peligro como ustedes. —Les hago reverencia nuevamente y éstas se sonrojan.

En ése preciso momento, veo como los guardias vienen caminando en esta dirección. Seguramente el espectáculo que había causado aquel mapache los había alertado. Lo que significaba que ya era hora de mi retirada.

Medusa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora