CHRISTIAN

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La mañana del miércoles desperté a las cinco y cuarto como ya era costumbre, normalmente tiendo a levantarme más temprano pero esa mañana no me sentía con mucha energía, por lo que pospuse la alarma para retomar fuerzas. Pero al momento de levantarme, pude sentir que mi cuerpo estaba con poca fuerza, y muy probablemente me había enfermado.

Lo único que me mantuvo de pie, fue pensar en lo que había ocurrido con Uriel la semana pasada. No podía creer que pude convivir con el a solas, y todo lo que me dijo... Sus palabras hacia mi fueron mucho para mí corazón. No podía creer que ese pequeño niño del que me enamoré ya era un chico mayor.

No creí  que fuera una simple enfermedad normal, esa mañana no tenía muchas fuerzas, mi corazón latía muy rápido y tenía muchos mareos, por lo que supuse que no iría a la escuela. Una lastima, ya que no podía esperar para poder ver su tierno rostro una vez más.

Esa mañana  bajé a la estancia como siempre, mi madre preocupada preguntó por mi estado de salud, a lo que le respondí que no era muy bueno y con eso bastó  para que no me permitiera ir al colegio. Mi mamá me propuso quedarse conmigo para cuidar de mi, pero respondí que no era necesario y que mejor se fuera a trabajar; que yo podía cuidar de mi mismo.

Mi madre poco convencida aceptó sin antes decirme que tuviera el teléfono a la mano, y que si comenzaba a sentirme peor que le marcará para que ella regresará lo antes posible. Yo le respondí que estaba de acuerdo y que no se preocupara. Ella se fue a trabajar algo preocupada, pero gracias a mi fuerza de voluntad pudo estar más tranquila.

Luego de  que mi madre se fue me recosté en el sillón, pero recordé que había quedado con Ren para hablar sobre aquel tema. Debido a mis mareos no pude hablar con ella por mensaje, y esperé  a que tocará a mi puerta como todas las mañanas.

Cuando ella tocó la puerta fuí a abrirla, y una vez de frente a ella le expliqué lo sucedido.

— Lo siento Ren, hoy no podré ir a la escuela, me siento demasiado mal. Lo siento, se que hoy hibamos a tener nuestra charla sobre aquel tema, pero tendrá que esperar.

— No te preocupes, si no te sientes bien no estás obligado a ir, además, no eres el único que se enfermó hoy.

— ¿Uriel también?

— Si. Lo vi por la ventana de su casa, estaba tirado en el sillón, parece que por fin logró dormir.

— Creo que esta bien, después de que sufrió de insomnio toda la semana, es un gran logro.

— ¿Crees que su insomnio tenga algo que ver con lo que me platicaste?

— No tengo idea. Espero que no, no me gustaría ser el causante de sus problemas.

— Buen punto. Pero bueno, ya tengo que irme, antes de que se haga más tarde.

— De acuerdo, buen día.

Ren y yo nos despedimos, yo entre nuevamente en casa y volví al sillón. Pero pesar de que estuve recostado una media hora no fui capaz de conseguir el sueño, además de que note que mi temperatura y dolor de cabeza estaban bajando considerablemente, lo que me confundió pues normalmente cuando me enfermo tardo dos días en volver a sentirme mejor.

Lo único que pude hacer para matar el tiempo fue servirme el desayuno, no podía ver el teléfono, pues mis mareos aún seguían, aunque ya habían disminuido. Pero había una cosa que no podía sacarme de la cabeza, y eso era el saber que Uriel estaba enfermo.

Era tanto mi interés en el, que de un de repente comencé a hacerme iluciones con el. Pude imaginarme a mi cuidando de el como en las películas románticas, todo lleno de situaciones tiernas que siempre terminaban en el y yo dándonos cariño. Pero mis ilusiones se hicieron trisas cuando lo comparé con la realidad. Ese chico podía ser muy amigo mío, pero sin importar cuánto me esforzara, el nunca entendía mis indirectas.

AMOR AUTISTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora