Regresé a casa con las manos sobre las orejas, trataba de tapar mis oídos, pero no importaba cuánto tratara, las voces que escuchaba no eran de alguien externo, estas se originaron en mi propia mente, y sin importar cuánto pedí que se fueran no desaparecieron, solamente aumentaron.
Cuando crucé la entrada de casa ví que mi madre ya estaba al otro lado esperándome, tenía un rostro de felicidad, pero este rápidamente desapareció cuando notó mi estado.
- Mamá... Por favor... Ayudame... No se callan... Me duelen los oídos.
Mi madre estaba realmente asustada, tanto que llamó a mi hermano que estaba arriba en su habitación.
Yo no podía dejar de retorcerme, me dolía la cabeza, las voces que escuchaba aumentaban drásticamente, y yo solamente podía llorar. Mi madre estaba preocupada, pero sabía que hacer.
Una razón por la que a los autistas no nos gusta el contacto, es porque creemos que es sucio, agresivo o invasivo, pero eso no quiere decir que de vez en cuando no lo necesitemos. Normalmente lo evitamos, pero cuando nos encontramos en algún momento de estrés o nos está dando un ataque de ansiedad, lo que buscamos es un espacio cómodo para estar, por lo que a veces darnos un fuerte abrazo hará que nos calmemos, pero tengan consideración, no cualquiera puede hacerlo, normalmente solo lo recibimos de personas con las que nos sentimos cómodas.
Mi madre con ayuda de mi hermano, me sentaron en el sillón, y una vez ahí procedieron a envolverme con sus brazos, y con sus cuerpos realizaron la función de dos almohadas grandes.
Gracias a la reacción de mi hermano y madre logré calmarme. Poco a poco las voces en mi cabeza desaparecieron, al igual que sensación de hormigueo en mi cuerpo, y el dolor de cabeza.
Le agradecí a mi familia por ayudarme, pero era obvio que no podían quedarse con la duda, así que preguntaron la razón de mi ataque. Yo estaba muy nervioso y asustado aún, pero realicé el mayor esfuerzo que pude y les conté todo.
Mi madre fue la persona que más me apoyo después de lo ocurrido en la secundaria, y al igual que mi hermano sabían lo mal que me iba. Ellos me ayudaron a salir adelante, y fue por esto que eran los únicos que podían hacerme sentir mejor.
Ellos comprendieron como me sentía, y una vez terminada la charla decidieron dejarme ir a dormir.
Al día siguiente desperté tarde, era domingo así que no tenía mucho que hacer, pero aún así empecé el día como si nada. Todo el pesar de la noche anterior se había ido, mi madre y hermano preguntaron por mi sentir, y yo les respondí que ya me encontraba mucho mejor, pero mi madre se dió cuenta de que estaba más distante que otros días, por lo que trato de ayudarme.
- ¿Cómo te sientes? - preguntó mi madre después de almorzar.
- Estoy bien, ya no me siento mal.
- No lo pregunto por tu físico... Se que aún tienes un poco de sentimientos guardados de aquella vez.
- No quiero recordar eso.
- Yo sé que no, pero si no lo dejas salir ahora no podrás hacerlo más tarde, y cargaras con eso por más tiempo del que deberías.
- Estoy bien má, no necesito otra plática como la de ayer.
- Muy bien, pero si tienes ganas de hablar ya sabes que tú hermano y yo estamos para lo que necesites.
Ese día traté de vivirlo lo más normal posible, no me dejé caer, pero alguien tenía que llegar a golpear la herida. Ren mandó un mensaje al medio día en el que me preguntaba por lo de la noche anterior.
Sabía que tenía todo el derecho de guardarme las cosas, pero eso sería injusto, así que le conté todo con detalle.
Al parecer Ren tampoco pudo procesar lo que le acababa de contar, porque luego de terminar la historia ella se desconectó del chat y no volvió a llamar mi atención en todo el día.
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AMOR AUTISTA
RomansaUn joven con problemas para demostrar sus sentimientos descubre que es el amor platónico de su amigo de la infancia. El empieza a sentir algo por el igualmente, pero debido a su estado mental, ni siquiera se da cuenta.