CAPÍTULO 1

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ZADDYEL


La idea de levantarme del capó del coche fue olvidada desde el momento en que comenzamos a conversar Alex y yo sobre la vida, sobre las realidades de cada uno, sobre el mundo... No de temas triviales, más bien profundos. De esos que no se hablaban con cualquiera.

Agarré mi guitarra, esa que me acompañaba siempre a todas partes y en todas las situaciones de mi vida, la coloqué en mi regazo y empecé a jugar con sus cuerdas, estirándolas y acariciándolas suavemente, mientras de vez en cuando dirigía la mirada hacia lo que quedaba del sol, bastante sumido en mis pensamientos.

—¿Qué piensas hacer? Podrías buscar otras alternativas, ¿no? —preguntó a mi lado Alex, uno de mis más grandes amigos, sin mirarme ni un segundo, sin apartar su mirada de un punto fijo en el suelo.

¿Otras alternativas como cuáles? ¿Buscar tutoriales? ¿Salir más de casa para encontrar la "inspiración"? ¿Cambiar de sueños?

Eso sería lo fácil, lo más sencillo. Lo que haría cualquiera que estuviera desesperado o cualquier persona que no desease algo con todas sus fuerzas. Pero yo estaba bien y no tenía prisa. Lo que un día era un problema, al siguiente podría ser un gran logro.

Sabía que algún día podría con todo. Arrasaría.

«Podré...» «Lo conseguiré...»

¿Eran afirmaciones o preguntas? Ya no lo veía tan claro como antes. Supongo que eso tenía que ver con que las cosas seguían igual de jodidas que al principio y no había ningún cambio. O con que quizá al final te dabas cuenta de que parte de la culpa era tuya, por hacerte creer a ti mismo que era imposible y no luchar lo suficiente.

—¿Crees que algún día terminaré alguna canción? —pregunté con un largo y doloroso suspiro.

Con la tontería, había suspirado al menos unas quince veces. Bueno, ese día, y toda la semana. Y no sabía cómo tomarme ese asunto.

—Creo que no es a mí a quien deberías hacerle esa pregunta. —Respondió con una risa—. Es algo que depende de ti; una decisión tuya.

Claro, era una decisión mía. Entonces ¿por qué cojones resultaba tan difícil? Era algo que me encantaba: crear, cantar, bailar, demostrar... Pero nunca pensé que me costaría tanto lograrlo.

Lograr lo que más deseas, es una de las cosas más complicadas y difíciles que vas a tener que enfrentar en tu vida.

Al cabo de una hora, decidimos que lo más conveniente era volver cada uno a su casa. El mes anterior no nos habría importado quedarnos tanto tiempo por la calle a pesar de que ya anochecía rápido, pero, con un nuevo mes y una nueva vida, volvíamos a la misma mierda de rutina de siempre, y las cosas, las quisiéramos o no, debían cambiar.

Dejé a Alex en su casa y, antes de irme directamente a la mía, estuve media hora en el coche mirando algunas fotos de Emily; fotografías que tenía guardadas en la guantera desde que me saqué el carné de conducir y dije que la primera persona en montarse en mi coche sería ella.

Repasé con el dedo pulgar una y otra vez la foto en la que salíamos los dos juntos abrazados y sonriendo, y acabé sonriendo de medio lado, con una expresión melancólica.

«Ella es la razón por la que tengo que seguir y no abandonar nunca. Tengo que hacerlo; darle todo lo que se merece»; recuerdo que pensé. Después me pasé las manos por la cara y arranqué para irme de una vez a mi casa, sin querer meterle tanta caña a mi mente con tantos recuerdos. Y más tarde, luego de estar conduciendo aproximadamente veinte minutos con la música de la radio a todo volumen, llegué, aparqué y entré por la puerta del garaje silenciosamente, sin tener intenciones de despertar a nadie. Mucho menos a papá.

—Es tarde.

La voz de mi madre, proveniente del sofá, me hizo sobresaltar; sin embargo, traté de ocultarlo lo mejor que pude. No quería darle ese lujo.

—He tenido que hacer cosas —murmuré, sin ganas de estar con ella. Preferiría dormir en la calle antes de aguantarla hablando sin parar toda la noche.

—Ya hemos hablado de eso —siguió, tan simpática como siempre.

—Y yo ya te he explicado las cosas como son —respondí, avanzando hacia mi habitación con un gruñido.

—Tenemos que hablar de algo.

Pero no fue lo que dijo lo que me paralizó en seco, sino su tono, el nerviosismo y hasta el agotamiento que se escondía detrás de cada una de sus palabras.

Miré alrededor con el ceño fruncido. Algo no iba bien, nada bien.

—¿Dónde está Emily? —Me preocupé inmediatamente, buscándola con los ojos en cada rincón del salón.

—Ella está bien, no se trata de Emily —explicó, levantándose y acercándose a mí con los brazos cruzados—. Es sobre tu padre.

Apreté la mandíbula y los labios en una fina línea.

«Que no sea una pelea, por favor».

«Por favor, dime que no ha habido ninguna pelea mientras yo estaba fuera. Emily estaba sola... Por favor, por favor, por favor... ¡Joder!»

—¿Qué pasa ahora?

—No va a volver.

—¿Qué? —susurré, alzando las cejas y retrocediendo unos pasos, perplejo, sorprendido, con un nudo en la garganta—. ¿Qué mierda estás diciendo?

—Se ha ido —declaró, asintiendo con la cabeza y apartando la mirada—. Para siempre.

Sentí un golpe en el pecho.

—¿Por qué? —pregunté, con ganas de vomitar.

Durante unos segundos, pude verla sin esa "máscara" que llevaba puesta desde hace mucho tiempo. Estaba inquieta y era la primera vez que no tenía nada bajo control.

Fue la primera vez que parecía... real, auténtica.

—¡No lo sé! —exclamó, sofocada.

No dije nada más, simplemente abrí y cerré la boca varias veces, intentando añadir algo, pero no salió nada.

—Se ha ido, Zaddyel —repitió—. Solo... se ha ido.

En ese momento, ni siquiera pensé en cómo me iba a hacer sentir a mí esa noticia, porque, desde luego, me quitó un gran peso de encima. Pensé en otra persona que necesitaba en ese momento a su padre más que nunca porque estaba en una parte de su infancia que no se vivía nunca dos veces. De esas etapas que pasaban muy rápido y en las que siempre debíamos sentirnos queridos por encima de todo, porque era lo más importante de ese proceso.

—La hostia, mamá.

El Camino de Nuestras Almas © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora