8
ALICE
Ya no podía escucharla gritar por la casa porque estaba tremendamente loca, o incluso gritarle a la televisión únicamente porque no le gustaba algo que ocurría en la película. Cosas que, prácticamente, pasaban cada día.
La casa, las habitaciones, yo... Todo había cambiado. Por ella. Se había llevado una gran parte de mí para siempre.
Una despedida; no había nada más desgarrador. Porque "hasta el final" era hasta el final, ¿pero una despedida? ¿Hasta cuándo era?
No, no había vuelta atrás.
No podía oler su característico aroma, solo ese rastro que resistía en quedarse impregnado en el aire o incluso en la almohada, que no era mucho y que ni siquiera sabías si duraría para siempre o desaparecería con el tiempo.
Añoraba la sensación de sentirla conmigo, lo único que llegaba a sentir con certeza era que nunca había aprovechado nada del todo; ninguna charla, ninguna risa, lágrima, viaje, abrazo... Dolía. Quemaba. Parecía que nunca había suficientes abrazos ni charlas. Y, sorprendentemente, tampoco había suficientes peleas, por muy feo y por más doloroso que pudiera resultar.
Todo eso forma parte del poder de la humanidad; el poder de conectarnos, compartir y sentir, incluso cuando eso implica enfrentamientos.
Era palpable y punzante el vacío. Faltaba esa chispa que marcaba una diferencia evidente, la alegría que ella traía consigo a cada paso que daba. Faltaba ella, mi Rígel. Su ausencia se notaba y seguiría notándose, pues la huella que dejaba era intocable e imborrable.
No había conseguido dormir nada. Llevaba mucho tiempo sin poder hacerlo y... no podía. Sería injusto y mucho menos me lo merecía. No podía solamente tumbarme y cerrar los ojos como si nada, como si realmente pudiera descansar o pausar por un buen tiempo todo lo que sucedía a mi alrededor, o lo que sentía por dentro. Ni la otra vida conseguiría eso. De ninguna forma cerraría los ojos sabiendo que lo más seguro era que sentiría ese frío de... de saber que ya no estaba conmigo, de saber que no se encontraba tumbada a mi lado o que no apoyaría su cabeza en mi pecho cuando se sintiera agotada nunca más.
Pero lo más desastroso de todo era que tampoco tenía muy claro cómo me sentía. Solo sabía que le daba vueltas a algo, o mejor dicho, mi cabeza no paraba de darle vueltas a algo, pero no sabía exactamente a qué. Era incapaz de verlo, era incapaz de sentirlo, darle forma y sacarlo a la luz.
Me pasé las manos por la cara y me fui directamente al armario a coger algo de ropa para darme una ducha rápida. Si me quedaba sentada sin hacer absolutamente nada me volvería loca. Por lo que elegí unas simples mallas negras y una sudadera ancha marrón, necesitando estar cómoda y sentir que era... humana.
Cómoda, existiendo, y no sucia, aunque tuviera muy pocas ganas de sentir el agua correr por mi cuerpo.
Llegué hasta el baño con un nudo en la garganta y los ojos clavados en el suelo, y no sé qué sucedió por mi mente en ese momento para que el día se convirtiera en algo diferente y se me ocurriera la idea de mirarme al espejo por primera vez tras todo lo ocurrido, tras semanas y semanas de evitarlo.
Pero la tuve, la idea apareció como un rayo de luz atravesando un callejón oscuro.
Y de hecho, al reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre los días que había estado metida mentalmente en una habitación a oscuras, me di cuenta de que estaba demasiado enfadada conmigo misma.
Tal vez fue ese el motivo que me empujó a hacerlo: mi propia cobardía para enfrentarme a la realidad era tan real, que no había sido capaz de siquiera mirarme.

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El Camino de Nuestras Almas © ✔️
RomanceSegunda versión [COMPLETA] ¡PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO! ** Este es el primer libro de la bilogía: "Somos destellos eternos". Segundo libro todavía NO disponible. • • Alice ya no quería nada. Estaba en un callejón sin salida. Había perdido la ilusión y p...