CAPÍTULO 10

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ALICE


¿Qué se hace cuando pierdes a alguien? ¿Cómo vives con eso? ¿Cómo una persona puede seguir?

La verdad es que al principio es imposible saberlo. Solo lo comprendemos después, cuando aprendemos a vivir con la pérdida; cuando seguimos con nuestras cosas, nuestros caminos, nuestra vida... con ese pesar al lado, tomándolo de la mano y cuidándolo, si es que ese dolor no nos arrastra con él.

Por eso mismo me encontraba en ese estado. Un estado en el que no era capaz de asimilar nada, porque no era el momento adecuado. Mi cabeza no estaba preparada para ello. No sabía si era lo mejor o si podía decidirlo, pero lo que sí tenía claro era que con toda mi alma quería volver atrás, aunque no supiera si cambiaría algo.

También sentía que algo dentro de mí quería huir, estallar y alejarse. Algo dentro de mí, mucho más lejos del corazón, ni siquiera recordaba qué se sentía experimentar algo tan humano como la tristeza.

Con la barbilla apoyada en mis rodillas, miré de reojo mi bolso y estiré un brazo para sacar mi móvil y ver si tenía mensajes.

Seguía sentada en la montaña, me había pasado toda la noche jugueteando con las ramas y la tierra, como si eso fuera a aliviar los temblores en todo mi cuerpo. Era la primera vez que pasaba tanto tiempo fuera de casa, exceptuando las noches en las que el año pasado había llegado a casa a las seis o siete de la mañana después de haber estado de fiesta con mis amigos. Sin embargo, estar allí tampoco significaba que hubiera dormido, y mucho menos que quisiera hacer algo diferente con mi vida.

Algo como volver a salir con las amistades de antes, como por ejemplo. O ir a tomar algo, como dijo Ellen. O quedarme sentada viendo el cielo, o ir en busca de casas vacías para explorar su interior.

Cosas que hacía antes, a cada rato. Cada tarde que me quedaba sola en casa.

Cada vez que consideraba la idea de volver a hacer esas cosas, sentía un ataque de ansiedad golpear mis costillas, la asfixia, las náuseas, los hormigueos en mis manos y la nuca... Era lipotimia.

Es por eso que había llegado a la conclusión de que estaba demasiado acostumbrada a desprenderme rápidamente de cosas que decía haber amado con el alma.

Pero, si había sido capaz de soltarlas, de dejarlas ir, tal vez no las había querido tanto como creía.

Sacudí la cabeza, revisé el móvil y vi que solo tenía llamadas perdidas de mis padres, que no iba a contestar, y una de Ellen. Un par de minutos después, levantándome, lo volví a guardar en el bolso, miré por última vez mi entorno y empecé a andar hacia... casa.

Sinceramente, no sabía si la gente que pasaba por mi lado me había mirado o no, pero no me extrañaba. Estaba sucia y mi pelo parecía un nido de pájaros. Pero no podía esperar otra cosa cuando todo parecía tan... estropeado. Era absurdo, todo me superaba de la peor manera.

Quería gritar y romper algo, liberarme del dolor que llevaba dentro, aunque supiera a la perfección que no duraría por mucho tiempo; que la liberación sería temporal. Sentía la necesidad de eliminar ese hueco que me dejaba cansada y estancada, ese nudo en la garganta y el estómago que me impedía hablar y arreglar todo lo que un día decidí abandonar.

¿En qué clase de persona me convertía pensar que estaba haciendo lo correcto? ¿En qué clase de persona me convertiría si un día dijera que... me arrepentía?

Ese bloqueo me impidió procesar cualquier cosa. Esas preguntas revolotearon por el aire, como si quisieran que eligiera una de ellas y me exigieran una respuesta sincera. Apreté los labios, odiando la situación. Sabía que todo eso significaba que, en algún momento, probablemente en uno para nada planeado, tendría que percatarme de todo.

El Camino de Nuestras Almas © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora