ALICE

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(ALICE)


Quererte me salvó.

Aquella noche, mientras salía de la consulta y caminaba por la calle para volver a casa, todo cobró sentido.

Entendí que no estaba buscándote, ni tampoco sabía que llegarías algún día. Ni siquiera había pensado en enamorarme. Pero, a veces, la vida te sorprende de maneras inesperadas.

Y puede que sea justamente por eso que sucedió. Quizás fue el universo diciéndome que aunque no lo supiera, necesitaba encontrarte para poder avanzar en mi vida. Necesitaba conocerte para comenzar a sanar, a quererme un poquito más.

Me enamoré, porque uno siempre comienza a sentir algo cuando se propone no hacerlo por nadie. Tú me miraste, y en aquel escenario, con las luces y la música resonando en el aire, rompimos el silencio y nos soltamos. Los besos empezaron a gritar, el deseo se hizo presente cuando no pudimos contenerlo más... Rompimos las cadenas que nos mantenían atados y nos dejamos llevar por la locura del amor.

Fuimos tú y yo, nada más. Yo me enamoré de ti en aquel momento, con todas las consecuencias que eso podía traer.

Al verte tocar la guitarra y a los días sentándote conmigo en un callejón vacío solamente porque no querías dejarme sola, empecé a abrirte un lugar en mi corazón que no había querido reconocer. Y supe en ese momento que el hueco que habías creado allí sería para siempre.

Pero al final, lo que más quise fue también lo que no pude tener.

Te amé, te seguí, pero por el mismo amor que sentí por ti, también te dejé ir. Porque al final, el amor no siempre se traduce en estar juntos, a veces se trata de saber cuándo es hora de dejar ir y... seguir. Seguir nadando.

Seguir brillando.

Nuestras almas eran como dos caminos que se bifurcaban y se alejaban en direcciones diferentes. Yo no podía seguir su camino, ni él podía seguir el mío. Eran incompatibles, al menos en ese momento de nuestras vidas. Quizás en otro momento, en otra vida, hubiera sido diferente.

Pero algo que nunca nos dimos cuenta fue que las almas que se reconocen, nunca se olvidan. Ni siquiera con la distancia, ni con el silencio, ni con las vueltas que da la vida.

Así que no pude evitar preguntarme: ¿o no, Zaddyel? ¿Qué pasa con el camino de nuestras almas?

¿Acaso todavía hay una posibilidad, aunque sea mínima, de que nuestras almas se encuentren de nuevo en algún momento?

No sabía la respuesta, pero el corazón no dejaba de esperar.

El Camino de Nuestras Almas © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora