CAPÍTULO 33

62 1 0
                                    

33

ZADDYEL


«Lo que más dolía era darse cuenta de que estabas perdido en el proceso de comenzar a encariñarte de alguien hasta el punto de olvidar que tú también eres una persona especial. Y es que a veces nos olvidamos de que no debemos perdernos en el camino del amor, sino encontrarnos a nosotros mismos en él.»

Había algo en ese texto que resonaba en mi interior cada vez que recordaba aquel día, cuando Alice estaba allí, enfrente de mí, intentando ayudarme (a su rara pero... bonita) manera. Era el texto que se me venía a la cabeza cuando los dos intentábamos dar un paso adelante, y acabábamos dando tres hacia atrás.

¿Realmente creía en lo que decía de que siempre había soluciones? No, no del todo. Pero tampoco podía esperar que lo hiciera; no, cuando llevaba tantos años creyendo lo mismo. Además, mis problemas no eran lo que más me preocupaba en ese momento. Por eso quería dejarlos a un lado y dejar de hablar entre ellos, porque lo que más me preocupaba era ella.

Así que sí, me quedé pilladísimo por lo que me dijo Alice. Me sentí como si estuviera flotando en el puto aire cuando empezó a hablarme sobre la verdadera naturaleza de las cosas, y esa sensación se prolongó durante todo el día.

No le conté todo lo que observé. No le mencioné cómo sus párpados estaban caídos, ni las bolsas de ojeras moradas cada vez más evidentes. No le dije que su palidez me preocupaba cada vez más, o que sus ojos resaltaban en contraste... Que había adelgazado, que se veía agotada, o cómo cada vez que desviaba la mirada, parecía perderse en su mente...

No sabía cómo lo hacía, pero estaba aguantando. Y aguantar no es siempre una buena opción. De hecho, no lo es. No debería ser una opción.

Maldita sea, detestaba verla así. No podía soportarlo, porque ver sufrir a alguien en general es una de las peores sensaciones que alguien puede experimentar. Y es que algo estaba sucediendo; algo muy intenso, atormentador, oscuro. Tenía que serlo para que ella no quisiera hacer nada, ni siquiera salir de casa o de su habitación.

¿Por qué olvidaría su vida por completo? O, aún peor, ¿por qué querría olvidarla intencionalmente?

Su presencia o ausencia eran irrelevantes para mí, lo único que necesitaba era que ella conociera el destino, sentirme seguro de que ella sabía que todo no se había perdido y que habría un mañana.

Nunca antes había rogado por nada en mi vida, pero silenciosamente deseaba que me dijera que pronto se recuperaría. Que empezaría a luchar y a ponerse en pie.

Solo necesitaba una esperanza, una señal de que todo saldría bien, que no había perdido todo.

Alice... estaba desapareciendo lentamente.

Se iba, y no había nada que yo pudiera hacer para detenerlo.

El Camino de Nuestras Almas © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora