C a p í t u l o 18

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J O R G E

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J O R G E

Joder con la niña.

Joder. Ya no paro. A la mierda. No puedo parar.

Me iba provocando y provocando, pulsando todas mis teclas, dando justo donde sabía que tenía que dar para llevarme hasta aquí, y yo quería que lo hiciera. En el fondo, siempre supe que no podía no tenerla.

Le agarro el culo con ambas manos y la llevo a la cama. Abre las piernas y se sienta a horcajadas encima de mí sin que nuestros labios dejen de tocarse. Me encanta su boca. Es cálida y dulce, y juguetea con la mía con esa lengua, ruda, que me vuelve loco.

—No me ha gustado nada sentirme así —jadea.

—¿Cómo? —Paso las manos por todo su cuerpo, agarrándola y apretándola mientras respira justo por encima de mi boca y se frota contra mi cuerpo, lo cual me la pone dolorosamente dura.

—Celosa.

Tardo un minuto en recordar que estábamos discutiendo sobre que April estuviera aquí. Subo la mano por la camiseta hasta llegar a su pecho y Silvia jadea sutilmente. Gruño, encantado de tenerla por fin entre mis manos.

—Lo sé —confieso—. Cuando te has marchado antes de la fiesta con ese idiota me he cabreado muchísimo. —Le muerdo el labio inferior entre besos—. Joder, era como volver a tener diecisiete años y que alguien se llevara lo que es mío.

Se me hincha la polla y no puedo dejar de tocar a Silvia. Es preciosa, joder. Con su piel suave y su pelo revuelto. El triangulito de tela rojo entre sus piernas me confirma que no mentía cuando me ha dicho que estaba cachonda. Está húmeda y me muero de ganas de probarla.

«Otro hombre que sea capaz de hacer mejor tu trabajo...» Los cojones.

Le aparto el pelo de la cara mientras ella sigue frotándose y nos aguantamos la mirada. Sus ojos dicen todo lo que yo siento. Nos estamos enamorando los dos.

«Mierda.»

—¿Qué ves en mí, nena? —le pregunto agitando la cabeza. A los diecinueve no pude retener a una mujer de diecinueve años; ¿cree Silvia que ahora sí puedo?

—No tienes ni idea, ¿no? —Me coge la cara entre las manos y me besa—. El primer día que nos conocimos y vimos la peli juntos en el cine me sentí superculpable. — Vuelve a besarme—. Cuando dijiste que pondrían
Poltergeist... estuve tentada de volver porque quería verte otra vez —confiesa—. Ya en ese momento noté que había algo.

Me hundo entre sus labios con unos besos largos y profundos; la rodeo con un brazo y la pego a mí. Serpenteo con la tira de seda que le envuelve la cadera y siento la necesidad imperiosa de fundirme inmediatamente en su cuerpo.

Basta. Para ella no seré más que una aventura, pero me aseguraré de que sea la mejor de su vida.

Le beso el cuello, succionando y mordiendo con suavidad hasta llegar a la barbilla, y le acaricio sus pequeños y duros pezones.

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