C a p í t u l o 4

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S I L V I A

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S I L V I A

—¿Me pones un fuzzy navel?

Levanto los ojos y veo a April Lester en la barra, entre Grady Jones y Rich Hensburg, mirándome expectante. Asiento y termino de colocar los vasos de licor que acabo de lavar en su sitio. Luego me vuelvo y cojo la botella de aguardiente.

—Bueno, ¿vendrás conmigo a casa o qué? —le pregunta Rich a April frunciendo el ceño de forma escéptica.

Grady ríe por lo bajo con disimulo y yo sonrío para mis adentros. Molesta, April se vuelve sin más.

Los tres frecuentan el Grounders. April suele irse a casa acompañada y todo el mundo lo sabe. Rich, sin embargo, finge ir medio en broma para no quedar mal cada vez que lo rechaza. Por lo que parece, solo les pone pegas a los señores mayores. Cualquier otro tío le parece bien. Y supongo que a él no le hace ningún mal seguir intentándolo. Quizá alguna noche tenga suerte.

No es que tenga nada en contra de April, solo faltaría. Al fin y al cabo, es una buena clienta y deja propinas generosas. Lo que no puedo evitar es vigilarla cuando Cole está cerca. La he visto ligar con hombres casados; no creo que le suponga un problema ir a por el novio de alguien.

Acabo de añadir el zumo de naranja y pongo una servilleta antes de dejar la bebida encima. Coge una pajita y luego el vaso.

—Gracias —canturrea antes de darse la vuelta y dar un sorbo al cóctel de camino a su reservado.

Se sienta con otros dos hombres que ya he visto alguna vez por aquí.

A veces me recuerda a mi madre. No sé muy bien por qué, no se parecen en nada. Mi madre era rubia (es rubia) y April, morena. Quizá es castaña, pero tiene el pelo tan oscuro que casi parece negro.

Deben de tener más o menos la misma edad. April ronda los cuarenta y se viste como recuerdo que lo hacía mi madre: faldas cortas, camisetas de tirantes holgadas de seda, joyas y tacones de quince centímetros.

Igual que Cam. Mi hermana ha heredado el estilo sexi de mi madre.

Me pregunto si mamá habrá sentado ya la cabeza con alguien o si aún necesita esa libertad que tanto anhelaba cuando yo tenía siete años. No la echo de menos y casi no la recuerdo, pero a veces me pregunto qué será de su vida.

Me doy la vuelta y sumo el fuzzy navel a la cuenta de April. Luego cojo un paño para seguir secando copas.

De repente, se abre la puerta de la entrada y retumba una voz:

CelebraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora