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J O R G E
Cojo aire y lo aguanto mientras agarro el pomo de la puerta del Grounders. He intentado llamar a Cam y hasta he vuelto a pasarme por The Hook, pero no la encuentro. Supongo que tendré que preguntarle a Shel. Estoy seguro de que va a ser una pérdida de tiempo, porque esta mujer me odia desde el día que me conoció, pero estoy desesperado.
Abro la puerta, entro y automáticamente me envuelve no solo la música del local, sino también el olor a frito. Shel se encuentra detrás de la barra, sirviendo a los únicos tres clientes que están ahí sentados. Echo un vistazo a la sala; está casi vacía, tan solo hay unas pocas mesas ocupadas. Es lunes por la noche y el ambiente está bastante tranquilo.
Hago crujir el cuello y me mentalizo mientras me acerco a la barra.
Me ve enseguida. Deja de secar el vaso que tiene en la mano y se yergue.
—Cam, ¿puedes servir a este tío?
Miro a la otra punta y veo a la hermana de Silvia inclinada encima de la barra. Debe de venir a cubrirle los turnos durante su ausencia.
Está hablando con un cliente y apoya la cabeza en una mano. Sin embargo, cuando me mira a los ojos, se endereza y pone cara seria.
Shel hace ademán de alejarse.
—Espera —le pido—. No voy a quedarme.
—Bien.
—Solo...
—No te diré dónde está —me corta.
Cam nos está mirando. Inhalo otra vez y me cuadro de hombros.
—Solo necesito saber que está bien.
—Está bien —responde seca—. Y estará todavía mejor si no vuelve acercarse ni a ti ni a esta ciudad.
Me acerco a ella y bajo la voz.
—Tengo que verla. Por favor.
—Demasiado tarde.
A pesar de que su melena negra con flequillo le cubre parcialmente los ojos, continúo pudiendo apreciar el odio que siente hacia mí.
No quiero molestar a Silvia. Ha decidido alejarse y no he sabido nada de ella en ningún momento, con lo cual intuyo que he hecho lo correcto. Ahora está bien y en un futuro será más feliz sin mí.
Pero yo no. Para mí, esto no se ha terminado. Necesitamos el corazón para levantarnos, caminar, hablar, trabajar y comer, y cuando Silvia se fue, me lo arrebató. Antes de conocerla, mi vida no era gran cosa, pero al menos tenía algo dentro de mí que Silvia se ha llevado. Y ahora estoy destrozado, joder.
—Por favor, dile... -Guardo silencio un segundo antes de admitir en voz alta algo que hasta ahora tenía miedo de aceptar—. Dile que la quiero.
Shel no dice nada. Tampoco me atrevo a mirarla a los ojos y ver que todo lo que piensa es cierto. La he cagado.
Cuando estoy a punto de marcharme, Cam viene hacia nosotros.
—Ya han pasado dos meses —le dice a Shel— y Jorge todavía tiene unas pintas de mierda.
—Eso no es problema de Silvia.
—Y nosotras no somos sus tutoras legales —replica Cam—. Ya se fue una vez; si quiere, puede volver a hacerlo. No hace falta que la protejamos.
Shel duda un segundo, me mira con cara de pocos amigos y deja de insistir. Pasa por el lado de Cam y se dirige a la otra punta de la barra. Cam se vuelve hacia mí.
—Mira, no sé dónde está exactamente —me informa—. A veces me llama para contarme cómo le va, pero no lo hace cada semana. Lo que sí sé es que la familia de una amiga suya tiene un motel en el noreste de Virginia. Su amiga ya llevaba un tiempo intentando que Silvia fuera a verla y, un verano, hasta le ofreció trabajo. —Se queda pensativa y se encoge de hombros—. Silvia no tiene mucho dinero; no se me ocurre otro sitio donde pueda estar.
Virginia. Esto está a doce horas en coche. ¿Fue en su Volkswagen?
Cam dice que la llama, con lo cual imagino que no está en peligro. Y, por ahora, esta es toda la información que voy a conseguir. El trimestre de otoño empieza en una semana y, si fuera a volver, ya lo habría hecho. Porque digo yo que querría sacar las cosas que dejó en mi casa y tendría que buscar un sitio donde vivir. ¿O es que no tiene pensado volver?
Tengo que encontrarla. No puedo esperar más.
Me doy la vuelta para salir, pero entonces me detengo.
—¿Cómo se llama el motel? —le pregunto a Cam.
Se encoge de hombros y suspira.
—Mmmm, no me acuerdo —me vacila—. Supongo que, si tanto la quieres, tendrás que espabilarte tú solo.
Se aleja, contenta de ponérmelo todavía más difícil. Supongo que podría llamar a los moteles de la zona, pero, si acabara dando con ella, probablemente me colgaría el teléfono. Tengo que ir allí.
Tengo que verla aunque sea una última vez y decirle que la quiero y que lo es todo para mí.