Capítulo 30

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El fin del comienzo
Las manos le sudaban a la joven jedi que caminaba por las oscuras calles del clandestino planeta de Ord Mantel.

   Para su suerte era un día lluvioso y comenzaba a oscurecer, por lo que la gente no prestaba mucha atención a las calles, corrían cubriéndose del aguacero con lo que tuvieran a la mano y con prisa de encontrar un refugio.

   Con ojos atentos, llegó al lugar de encuentro y a pesar de que los clones eran rostros familiares, no quería ver a ninguno cerca, tan solo pensarlo hacia que el rostro le ardiera y los ojos se le empezaran a humedecer.

—Vaya que me sorprendiste con tu llamada, pequeña jedi —una sombra la saludó sacándola de su drama personal.

—Yo también me sorprendí —contestó Kat y como si sus palabras aseguraran la reunión Hondo salió de su escondite.

   Claro que estaba sorprendida, de todas las personas en las que hubiera esperado confiar, Hondo Onaka hubiera sido su última opción.

—Ah, los jedi nunca dejan de sorprenderme —susurró y un escalofrío recorrió la espalda de la chica, no confiaba en el plenamente —. Revelarse en contra del sistema no suena como algo que harían, aun así, lo aplaudo.

—Eso no fue lo que pasó —aclaró Kat, relajando un poco la mano derecha que no se había movido de su cinturón.

—No es algo que me interese. Mejor dime —el pirata también pareció relajarse —¿en qué puedo ayudarte?

  Kat había estado practicando su discurso de camino al planeta, pero no contaba con la buena disposición de Hondo. La lengua se le entumió al tener que reorganizar sus ideas.

   —Necesito... yo —la chica frunció el ceño y el pirata la miro curioso —necesito llegar al templo jedi sin ser percibida.

   Ese era su objetivo claro, pero había hecho una lista mental de las cosas que necesitaba para lograrlo, pero entre la confusión el frío y la familiaridad que le inspiraba Hondo, lo único que le pasaba por la cabeza era encontrar un refugio donde pudiera estar segura y alejada de todo. Sentía que Hondo podría ayudarla con eso.

—¿De verdad? No suenas muy segura.

—Es que no... no lo estoy —Kat comenzó a juguetear con su capa —Sé que siempre que te pido ayuda, son cosas más simples, pero estaba vez me temo que necesito algo complicado.

Desde aquella ocasión en la que Katoonii había amenazado de muerte a Hondo y luego habían hecho las pases, lo contactaba de vez en cuando, cuando necesitaba recursos fuera de las posibilidades o agrado de la orden y el pirata accedía agradablemente, por el justo precio, desde luego.

—Déjame ver —comenzó el pirata —. Una nave desencriptada y una ruta segura.

—Y ropa de civil.

—Y ropa de civil, desde luego —repitió a carcajadas.

   Kat sintió una opresión en el pecho. ¿Se estaba burlando de ella? ¿O de su idea?

—Por favor, Hondo —después de todo sí uso el discurso que había preparado —. Si alguna vez sentiste aprecio o un poco de simpatía por mi maestro, ayúdame con esto.

   Cuando lo conoció, la Maestra Luminara había usado esa carta, Kat nunca había tenido la necesidad de usarla, pero en esta ocasión presentía que podría ayudarle.

   La Maestra Luminara.

De nuevo esa sensación de incertidumbre la inundo. Esperaba que estuviera bien.

My Master - Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora