Levantarse. Peinarse. Vestirse. Pensar en Matt. Maquillarse. Guardar el desayuno en la mochila. Tomarme dos pastillas y lo que quedaba dela botella de laxante. Eso fue todo lo que hice la mañana del jueves. Creo que ya estaba empezando a armar una rutina. No era muy entretenida pero era necesaria. Al salir del departamento lo llame a Bloom, mi perrito. El peludo vino corriendo y cuando me vio empezó a saltarme. Le di mis tostadas con huevo y una barrita de cereal. Se que no es suficiente para vivir pero un desayuno cada dos días ayudaba bastante. En la preparatoria no lo vi a Matt pero tampoco quería verlo. Después de lo que había pasado la noche anterior sería un poco incómodo verlo, mucho menos mirarlo a los ojos y ni loca hablar con él. Lo que si me interesaba era ver a Conny y a Rebecca. Quería que me digan por que Matt no les parecía bueno, o por que habían reaccionado deforma tan extraña cuando se los había mencionado. Por suerte las encontré en el banco de siempre. Estaban las tres.
-Hola Abie, ¿Como estas?-. Dijo Rebecca cuando vio que me acercaba.
-Bien, ¿Qué pasa con Matt?-. Tenía que ser directa.
-Sabía que no lo olvidarías tan fácilmente, a las dos nos costo olvidarlo.-. Me dijo Conny mientras sacaba de su mochila un sobre de papel marró. -Toma revisalo-.
Abrí el sobre. Había un montón de fotos de Conny y Rebecca con Matt. Besandose, abrazandose, acariciandolas, ¿pero como?
-¿Qué es esto?-. Apenas podía hablar.
-Matt nos hizo creer a las dos que nos amaba, a mi en un campamento y a Conny en el secundario al que iban-. Dijo Rebecca mirando a Conny y luego a Sophie. -Él realmente nos enamoraba para que le tengamos confianza. Yo no caí en su juego pero Conny si. Ella le contó todo sobre nuestro club. No te ama, lo único que quiere es estar más cerca de Sophie, no le importas ni ninguna de nosotras-.
No podía ser posible. Apenas la noche anterior habíamos estado a punto de hacerlo y al día siguiente me entere de que solo me había tocado como un sacrificio para salvar a su prima. Era humillante, él no me amaba, no le importaba, aunque yo había confiado en él y había llorado en su pecho. Tal vez hasta besarme le daba asco. Sentí un nudo en la garganta. Fue horrible. Lo único que pude hacer fue ir corriendo al baño. Tome la tijera de mi mochila, me descubrí el hombro y me hice una cortadita. Era mi castigo por haberle contado de que se trataba el club, era mi castigo por ser tan débil, por no poder hacer nada bien, por ser una maldita gorda. Al baño llegó Sophie.
-Hola-. Le dije tratando de evitar las lágrimas.
-Llora si quieres, nunca podrás equivocarte más que yo-.
-¿Cómo?-.
-Mi vida es un infierno-. Rompió en un llanto mudo pero lleno de lágrimas. -Tengo miedo, mucho miedo. Tengo miedo de engordar. Tengo miedo de tomar agua, de dejar de hacer ejercicio por más de 10 minutos. Esta vida es un infierno. Hace 4 días que no como ni bebo nada. Me muero de hambre y no paro de sentirme mal pero de todos modos hago horas de ejercicio y no puedo parar por miedo. Se me cae el cabello, tengo frío constantemente, me duelen las articulaciones, y aunque estoy hecha un saco de piel y huesos no puedo comer porque el miedo es más grande que el dolor-.
No sabía que decirle, era obvio que necesitaba ayuda pero ella misma se daba cuenta y no hacía nada por evitarlo porque tenía miedo, quien hubiese podido ayudarla.
-¿Como es que te metiste en esto?-. Le pregunte.
-Yo antes era como tu. Muy gorda. No importaba donde estuviese nadie me prestaba atención y si alguien lo hacía era solo para molestarme y burlarse de mi. En mi casa siempre estaba sola. Mi mamá siempre con sus amigas o en la habitación de al lado de mi cuarto con alguno de sus novios. No le gusta repetir. Y mi padre todavía no se había divorciado de mi madre pero era más que obvio que él tenía otra mujer. Solo una o dos veces por semana dormía en casa. Raramente me encontraba con ellos y si de casualidad los dos estaban en casa solo peleaban. Un día llegue con la nariz sangrando por un golpe que me habían dado y ni cuenta se dieron. Discutían por ver quien se quedaba con el Mercedes. Entonces en un campamento la conocí a Rebecca. Me encenió un nuevo mundo. Una forma de ser linda. Cuando adelgace las personas empezaron a mirarme y a decir lo linda que estaba. Ya nunca estaba sola porque siempre estaba Rebecca conmigo. Luego la conocí a Conny y por primera vez en mi vida tuve amigas y fui linda. Yo pensé que esto era una forma de vida. Pero no. Es una forma de morir lentamente porque solo te das cuenta de que tienes un problema cuando ya estas consumida, hasta me cuesta respirar por lo que fumo para evitar pensar en comer-.
-Dime Sophie, ¿Cuanto pesas?-. Ella medía alrededor de 160 cm.
- 32 Kilos.-. Miro su rostro en el espejo del baño y luego me miro a mi. No sigas con esto, es como la droga, solo te das cuenta que no lo puedes controlar cuando el daño ya esta hecho, y aunque te des cuenta no dejas de hacerlo y no por placer sino por miedo-. Me abrazó suavemente pero por sus brazos me di cuenta de que en realidad estaba haciendo toda la fuerza posible. -Adiós-. Me dijo con la voz casi ahogada. Era obvio que su cuerpo estaba a punto de colapsar.
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El precio de la corona
Sachbücher41% hambre 38% laxtantes 19% dolor 2% comida 0% limites (2014)