Capítulo 32

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¿Porque no me venía la menstruación? No estaba embarazada. Ya me había hecho la prueba y había dado negativa, además continuaba sintiéndome mareada, y había vomitado involuntariamente. ERA MUY RARO, yo solo vomitaba cuando quería pero no sin querer. De todos modos eso no era importante. Lo único importante era esforzarme para ganar la corona, eso era lo único que significaba algo. Además estaba mejorando muchísimo, ya solo pesaba 48 kilos, sí, seguía obesa pero por lo menos ya podía tratar de disimularlo. Por suerte mi padre cada vez tenía más trabajo y menos tiempo para concentrarse en que yo hacía o dejaba de hacer, eso me alegraba. Lo mejor era que no solo había perdido peso, además sería la protagonista en el lago de los cisnes el próximo domingo. Mi nuevo propósito era llegar al domingo pesando nada más que 45, por fin sería más delgada que Amber. Por otro lado la competencia seguía. De las 1200 que habíamos empezado el concurso ya solo quedábamos 723. Cada día descalificaban a las que más gordas estaban en relación a las otras. Todavía me costaba creer que no me hubiesen descalificado. Cada vez que me miraba en el espejo veía reflejada toda mi grasa, mis rollos, 48 kilos, definitivamente era una gorda, si a los 16 y medio pesaba 48, que me esperaba para los 20.

Aún faltaba media hora para las clases de ballet, ya tenía el bolso listo. Estaba muy nerviosa, no podía dejar de moverme, las uñas ya me las había comido, tanto las de las manos como las de los pies. Si seguía mordiendo la funda del celular terminaría intoxicada. Ya, me daba por vencida, necesitaba comer algo o mi estómago se comería mi hígado por hambre. Cuando estaba abriendo la puerta del refrigerador llegó Amber.

-Hola monstruito, tuve que ir a hacer las compras, sola, porque nadie me quiso acompañar-.

-Mira que bien-. No me importaba lo que Amber dijese, yo estaba tratando de buscar algo que comer en el refrigerador. Decidí que lo mejor sería comer un yogur desnatado de frutos rojos.
-No me gusta que me ignores-.

-Perdón-. Le dije sarcásticamente.

-Disculpas aceptad..., OYE ese yogur es mío-.

-Era-.
-¿Sabías que eres detestable?-. Dijo mirándome comer su yogur. -No te imaginas lo que me paso hoy-. Amber empezó a contar sus típicas historias que a nadie le importa como que el hijo del dueño de la panadería se caso con la hermana del señor que vende periódicos. Esos típicos chismes de barrio que a nadie le importan realmente. No había terminado de comer el yogur cuando me mareé y me volvieron las ganas de vomitar. Salí corriendo al baño, llegue justo a tiempo, un segundo más y hubiese ensuciado el piso. Esa es una de las ventajas de vivir en un departamento chico. En eso escuche el ruido de las zapatillas deportivas de Amber, estaba muy apurada. Llegó y se arrodilló a mi lado mientras me sujetaba e cabello. Yo estaba pálida y había comenzado a sudar. Era obvio que me había bajado la presión.

-¿Estas bien?¿Quieres que llame a un médico?¿Comiste comida en la calle?-. Amber era increíblemente histérica, y exagerada, después de todo solo estaba vomitando, no era nada del otro mundo. 

-Si, estoy bien-. Decidía mientras trataba de pararme para lavarme los dientes. -Creo que el yogur no estaba bueno-.

-Supongo-. Hizo una pausa, de esas con sabor a momento incómodo. -Abie, ¿Segura de que estas bien?, he notado que has bajado mucho de peso, demasiado, y de que tu ropa ya te queda muy grande, además de que de pronto apareciste con un montón de bolsas con ropa de marca. ¿Qué pasa?-.

-¿Quieres saber que pasa? Pasa que me tienes envidia de que ahora yo soy la delgada, la que todos los chicos sueñan tener, la que usa ropa de marca, la que va a protagonizar un recital de ballet, eso es lo que pasa, que no puedes tolerar que por una vez yo sea mejor que tu.-.
-Cada día estas más idiota, y te informo que yo no estoy en tu contra, solo finjo que me interesas, después de todo aunque bajes de peso nadie te sacara lo idiota-.

No me importaba, no la necesitaba. Todos estaban en mi contra, mi padre, Matt, Rebecca, Conny, Amber, todos. Todos son mis enemigos que solo buscan dañarme, ninguno puede tolerar que yo sea mejor, pero no por eso me iba a detener, mucho menos ahora que acababa de lograr mi primer objetivo, pesar menos que Amber. Ahora tenía nuevos, como lucirme en el recital de ballet, para el cual cada vez faltaba menos, por lo que las prácticas pasaron a ser más frecuentes y ahora el entrenamiento era de lunes a sábado. Me ilusionaba pensar que el domingo sería el recital, y yo la protagonista. Sin embargo, antes de poder pensar en el recital tenía que pensar en bajar de peso. Tendría que usar una maya muy entallada, y con lo obesa que estaba esa maya me quedaría horrible, parecería un elefante con tutu. 

Todavía tenía muchísima hambre porque había vomitado mi yogur. Solo faltaban unos minutos para la clase y me costaba mucho poder poner mi atención en algo. Cada vez que trataba de concentrarme mi estomago me distraía con todos esos ruidos raros que produce. Probablemente si compraba algo en un quiosco lo vomitaría, decidí pasar al siguiente escalón. Pare en una tienda a una cuadra del gimnasio. 

Una chica muy morena y llena de piercings se acerco al mostrador mientras mascaba un chicle y hacía globos considerablemente grandes.

-¿Qué quieres?-.

-Una caja de cigarrillos por favor-. Por fumar un poco no me pasaría nada y me ayudaría a concentrarme. Además nada que evitase que yo comiera podía ser malo. De nada sirve tener los pulmones limpios si están recubiertos por kilos de grasa.

-Ok, ¿Qué marca prefieres colorada?-.

-Cualquiera-. Me daba igual, yo no sabía nada sobre cigarrillos así que todos me sabrían igual. Esa chica que me atendía parecía malhumorada como si su novio hubiese terminado con ella, no me extrañaría. Además parecía ser una chica muy directa.

-¿Tienes cáncer o algo así?-.

-No ¿Por qué?-. Era la pregunta más extraña que me habían hecho en mi vida. No tenía cáncer y además suponiendo que lo hubiera tenido no es algo que deba preguntarse.

-Estas pálida y muy delgada. Además se te acaba de caer un mechón de cabello-. Era cierto, mire sobre unos paquetes de chocolate que había y sobre ellos había un pequeño mechón de cabello mio.  -Si no tienes nada es una lástima que se te caiga, es un bonito tono-. Me dijo y se apartó para atender a un muchacho que acababa de entrar. Todo cada vez estaba peor, no me venía la regla, vomitaba sin querer, se me quebraban las uñas y se me caía el pelo. Pero todo ese esfuerzo valía la pena, aunque yo sabía que no era así, me acababan de decir que estaba delgada.

El precio de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora