Mucha gente vestida de negro con pañuelos en las manos. Todos llorando y susurrando. Era deprimente el funeral de Sophie. No me sorprendió no ver a Rebecca y a Conny, de hecho me hubiese sorprendido verlas. Lo extraño era que no había más de 30 personas. Era muy poca la gente que había ido. Al lado del cajón había una mujer sentada, era muy delgada, de piel tostada, era evidente que tenía botox en los labios y el cabello teñido de rubio platino. A un lado tenía una cesta llena de rosas y agarraba una a la vez, le sacaba uno por uno los pétalos y los ponía alrededor del cuerpo de Sophie, supuse que era su madre.
-Sabía que vendrías-. Me dijo Matt.
-Solo vine por Sophie-. Le conteste en tono cortante.
-¿por que no dejas que te explique que paso?-.
-Porque no lo necesito, ya entendí todo-.
-No, no has entendido todo-. Me sujeto del codo y me acercó a él. -yo realmente te quiero-.
-No quiero volver a discutir esto, entiende que yo no seré un trofeo para ti-.
-No lo eres-.
Me safe y fui a la otra esquina de cuarto, no tenía intensiones de verlo y me nos de volver a hablar con él. Sentado en uno de los sillones estaba Zed. Realmente aquel era el último lugar donde me hubiese imaginado verlo. En su mano tenía un vaso de telgopor descartable con Sprite Zero. Supongo que estaría algo aburrido.
-Hola-. Me acerque intentando entablar una conversación porque sino yo sería la que moriría pero de aburrimiento.
-Hola-.
-No esperaba verte aquí, pensé que vendrían Rebecca y Conny-.
-Vine por respeto, hace mucho que la conocía a Sophie. Rebecca no quiso venir porque dice que le da vergüenza haber sido amiga de alguien tan débil-.
-¿Y tu crees eso?-.
-No, de hecho la admiro, Sophie murió en su lucha por una buena causa. Solo intentaba ser perfecta-.
-Espera, ¿tu también eres parte del grupo?-.
-Si, ¿que crees? Las princesas necesitan príncipes, yo soy uno de ellos.-.
-No sabía que también había hombres metidos en esto-.
-Pues si, y si no te molesta debo irme-.
Definitivamente yo no le agradaba.
Al rato me fui a mi departamento. Antes de meterme en la cama e irme a dormir me pese. Ese día había hecho mucho ejercicio, había tomado laxantes y un par de píldoras. El esfuerzo de todo ese día me lo recompenso la válvula. Ya pesaba tan solo 75 kilos. Entonces recordé lo que Sophie había dicho, pero yo no tenía miedo, ella estaba muy desnutrida, yo pesaba 75 kilos, estaba lejos de tener una enfermedad o algo así. Además yo no fumaba, nunca terminaría como Sophie.
A la mañana siguiente me levante a las 10 de la mañana, por fin había llegado el fin de semana. Mis planes no eran muchos, solo hacer mi tarea y mucho ejercicio. Me había puesto una pequeña meta. Ese día a la no che debía pesar 70. Sabía que 5 kilos en un día era prácticamente imposible pero si durante todo el día no paraba de correr, a mi cuerpo no le quedaría más alternativa que quemar grasa. Me puse ropa cómoda y salí a correr. Mi meta era correr hasta las 12 sin parar, luego darme un descanso y seguir corriendo. Los sábados tenía clases de ballet así que también podría gastar energía de esa forma.
Luego de correr sin parar durante media hora no podía más, sentía que me asfixiaba y me quedaba sin aire, como si me estuviese muriendo. Era una sensación terrible, pero sabía que si me rendía no llegaría a nada y Rebecca ganaría la corona, eso no podía permitirlo. No dejaría que ella ganase. Me tome medio litro de agua y seguí corriendo, ocupaba todo el espacio disponible en mi cerebro con el pensamiento de correr. Yo debía correr para escapar de mi grasa, de mi exceso y dejar atrás esa vida, demostrarle a Matt a Rebecca y a Amber que yo si puedo, que no soy débil y que soy capaz de bajar de peso. Ya no se burlarían de mi, me envidiarían, querrían ser como yo. Matt se arrepentiría de haberme usado como a cualquier otra, Rebecca de atreverse a desafiarme y Amber, Amber se arrepentiría de todo. De burlarme, de cargarme, de molestarme y decirme lo horrible que era. En una semana había bajado 15 kilos, y aunque me había costado mucho era un logro, ahora la ropa me quedaba muy floja, los pantalones tenía que usarlos con cinturón y todo me quedaba mejor. Cuando llegase a los 43 se lo refregaría en la cara. Por ahora debería conformarme con pesar 75 kilos a mis 16 años. Aunque seguía siendo obeso ya no estaba en la zona peligrosa. Todos estos pensamientos y sentimientos de venganza me distraían del dolor que sentía en mis piernas, estaba muy mareada, mientras corría veía todo muy borroso, los sonidos se escuchaban como un eco y de pronto sentí como si tuviese una roca encime mío que me oprimía el pecho. Por las rejas me di cuenta de que era mi edificio. Vi una imagén muy borrosa, parecía Matt. Me di cuenta de que sus labios se movían pero yo no podía entenderlo, perdí el equilibrio y caía al suelo. Él seguía moviendo la boca pero yo solo escuchaba barullo hasta que deje de oír y cerré los ojos.
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El precio de la corona
Non-Fiction41% hambre 38% laxtantes 19% dolor 2% comida 0% limites (2014)