-En la matanza de Boston los ciudadanos atacaron a las autoridades con bolas de nieve y basura ocasionando una revuelta. Las autoridades repondieron con balas asesinando a aparte de la multitud que más tarde...- No paraba de hablar un profesor ya entrado en años. No es que no sea importante conocer la historia de la independencia de Estados Unidos pero eso no significa que le importe a todo el mundo, y en definitiva no es nada importante para que saber.
Ya estaba empezando a quedarme dormida y empece a jugar con la los marcadores.
Por suerte el timbre me salvo de la muerte por aburrimiento. Salimos todos al recreo. Por un lado yo quería salir porque ya no soportaba la clase de historia pero por el otro no tenía ningún objetivo, aún no tenía con quien pasar el recreo, no creía que Matt lo quisiese pasar conmigo, después de todo tiene amigos, Conny me dijo que tenía amigas de otros cursos, de Zed ni hablar y del resto no conocía a nadie.
Me senté en uno de los bancos y comenze a observar a todos, quizás pudiese formar parte de algún grupo.
En el banco que estaba enfrente al mío estaba Conny con 2 amigas, que a cada rato se daba vuelta y me miraban, todas eran delgadas, y se notaba que era un grupo muy unido, todas tenían las mismas pulseras rojas de la amistad. Una de ellas era rubia y tenía el cabello un poco ondulado. La otra tenía el pelo muy corto (por la altura de la oreja), estaba peinada con raya al medio y tenía la oreja llena de aros.
Luego de unos minutos la rubia se me acerca.
-Abie ¿no?-.
-Si ¿y tú?-.
-Yo soy Sophie y ella es Rebecca-. me dijo señalando a la chica de pelo corto. -Conny dice que te podía ser útil unirte a nuestro club. la líder es Rebecca-.
-¿De qué trata su club?¿hacen pulseras, collares, tejen o algo por estilo?-.
-pulseritas-. Dijo mientras se reía y me miraba como si yo fuese una pequeña e inocente niña de 4 años. -No, nuestro club es un poco distinto. Hoy a la noche haré una piyamada en mi casa y me preguntaba si querrías venir a si nos conoces y te explicamos de que trata nuestro club-.
La verdad es que ninguna me caía muy bien pero encontrar tres chicas populares que te ofrezcan su amistad y te inviten a una piyamada el primer día de clases era un propuesta irrechasable.
-Ok, pasame la dirección y ahí estaré a las ocho-.
-Esta bien-. Saco una libreta llena de corazones y una lapicera fuccia. Empezó a anotar arranco el papel lo doblo y me lo entrego. -Te espero, eso sí, trata de ser discreta-.
Luego se fue.
A la hora de la salida estaba realmente feliz de que me había invitado a una piyamada. Lo complicado sería convencer a mi padre de que me deje ir. No es que el fuese estricto ni nada por el estilo, pero no se si el primer día de clases me dejara dormir fuera de mi casa en una nueva ciudad. Sin embargo llevándome el celular y dándole un par de besos y abrazo siempre me salía con la mía. Nunca pensé que ese fuese el primer día en la entrada a un infierno.
Tenía varios dolares en la mochila y decidí comprar algún postre en el camino. Entre en una panadería donde una abuelita de cabello plateado me pregunto que deseaba llevar. Le pedí una torta de chocolate con crema. Pague con el cambio justo, la señora me agradeció y me fui.
Cuando llegue al departamento Amber estaba desparramada en el sillón mirando una película romántica de esas en la que la chica debe elegir entre dos hombres y al final mueres. Estaba con una caja de pañuelos casi vacía y un montón de bollitos llenos de moco alrededor.
-Abie, prométeme que nunca te escaparas a Rusia para cumplir tu sueño de ser veterinaria, por favor-.
-Claro, lo intentare pero no se si pueda resistirme-.
Me senté en la mesa de la cocina para controlar que no se corte las venas de la amargura y comenze a hacer mi tarea de historia. Por suerte no teníamos que leer nada, solo contestar sobre lo que habíamos aprendido en la clase y varias preguntas de opinión. De todos modos ¿En que mundo dan tarea el primer día de clases? Preferí no imaginarme lo complicada que sería la vida.
Unas hora más tarde llegó mi padre de trabajar. Para cuando llegó Amber y yo estábamos sentadas en el sofá mirando juntas por tercera vez la película.
- Papá por favor prométenos que no nos dejaras a nuestra suerte por una hija no reconocida que vive en Italia-.
Nos miro desconcertado y al ver la pantalla de el televisor entendió todo.
-¡Me atraparon! justo estaba por empacar para largarme. Apropósito ¿Qué es este paquete?-. Y señalo el de la panadería.
-Una torta de chocolate. Papi por favor, puede ir a una piyamada a la casa de una amiga. Se llama Sophie, tengo su número y su dirección, por favor.
-Hija, apenas la conociste hoy-.
-Si ya se pero es amiga de una chica que yo ya conocía y que es mi compañera en clase. Por favor, si no voy no volverán a invitarme y no tendre ningún amigo en toda la preparatoria. Mi vida depende de esta noche-. Nunca hubiese imaginado que mi vida realmente dependía de esa noche.
-Esta bien, tú ganas-.
Me levanta y fui a abrazalo. -Gracias papá-.
-Pero te llevas todos los libros y carpetas y ropa para mañana. Y nada de acostarse tarde, no quiero que empieces faltando-.
-Te prometo que no, me tomo una ducha y voy-.
ESTÁS LEYENDO
El precio de la corona
Literatura Faktu41% hambre 38% laxtantes 19% dolor 2% comida 0% limites (2014)