Ya casi era hora de levantarme. Ya era mi segunda semana en el Royal Institute y la verdad es que no tenía ni un poquito de ganas de volver. Todo había salido mal. Mi padre me controlaba para asegurarse de que comiese bien (por suerte se había olvidado de que teníamos que tener una charla), mi hermana ya había empezando a sospechar algo y pretendía que comiese en la cafetería de la preparatoria, Matt no paraba de inventar tonterías, ya no me dejarían hacer tanto ejercicio como quisiera y por si fuera pesaba 75 porque había aumentado en la clínica. De todos modos no me preocupaba, podía vomitar más de una vez por día si hacía falta, no importaba nada excepto ser delgada, ¿De que sirve estar sana si nadie te mira por que estas gorda? Además ¿A quien le importa tu salud cuando eres delgada? A nadie. Lo único que importa es como te ves, como te queda la pollera, el short, el top o el vestido, nada más.
Papá de desayunar me preparo huevos con jamón y a Amber le preparo ensalada. Como siempre le dije que no tenía tiempo y que me lo comería en el camino. Obviamente se lo dí Bloom.
-Me entere de que estuviste en el hospital-. Me dijo Rebecca. -La verdad es que pense que eras un poco más fuerte que eso, gordis-.
-Te pasa por exigirte mucho linda, la gente como tu no debe intentar pensar-.
Le respondí.
Entonces Amber me miró con una sonrisa cínica y con los ojos me hizo una seña para que mirase atrás. No sabía que haría Rebecca. Por un lado no debía decirle nada porque de otro modo estaría rompiendo una de las reglas de nuestra hermandad que es guardar el secreto. Por el otro Rebecca podía tirarle algunas indirectas para ponerme en evidencia, o hacerle algunos comentarios para que Amber lo descubriese y no permitiera seguir compitiendo por la corona. De todas formas esa maldita sonrisa que llevaba Rebecca en su rostro me atemorizaba.
-Perdón Abie, me retrase un poco porque me detuve a comprar unos chicles, ¿Ellas son tus amigas?-.
-Pues...-.
-Hola soy Rebecca-. Me interrumpió la tonta. -Abie y yo somos re buenas amigas, hasta creemos en lo mismo-.
-¿Y en que creen?¿No me digas que te volviste budista o testigo de jehova?-.
-No nada de eso, es otro tipo de religión que tiene rituales, reglas y castigos. Pero no es tan malo, también tiene su recompensa-.
-¿Qué religión es?- Quería saber Amber.
-De hecho...-
-Es una rara-. Tuve que interrumpir a Rebecca. -Pero en realidad es una que inventó Rebecca hace unos días y para ayudarla Conny y yo nos unimos. Es muy divertida, y si no rezamos o hacemos algo malo nos castigamos dándole cinco dólares al primero que se nos cruza-.
-Si que tienen tiempo libre, que suerte que empezaste las clases de ballet.- Hizo una breve pausa. -Buena chicas debo irme, ya tengo que empezar a pelar papas para el almuerzo, chau-. Nos saludo y se fue.
Rebecca se me acerco y me dijo al oído.
-Vuelves a ponerle azúcar a mi bebida y veras-. Luego me soltó dándome un empujón. Se acomodó la mochila y siguió charlando con Conny.
Sinceramente me asusté. Pensé allí acabaría mi vida. Si volvía a pesar 80 kilos moriría de la angustia. Ya pesaba 75 y me veía mucho mejor que antes, 15 kilos son 15 kilos, pero aún me faltaba un montón, después de todo tenía que superar a mi hermana. Yo quería llegar a los 45 kilos. Solo eran 30 más. No podía ser tan difícil. Después de todo en una semana había bajado 15 kilos. Aunque debía recordar que Rebecca me había dicho que cada vez era más difícil. El timbre sonó. Era lunes, tendríamos las clases de historia. Lo complicado sería entrar al aula. Yo solía sentarme con Conny. Tenía que apurarme para sentarme primera en nuestro pupitre y que Conny decidiese que hacer. Al final se sentó al fondo, sola. La clase fue lo mismo de siempre.
-Ahora veamos un poco de historia mundial. La primera guerra mundial. Como todos sabes la primera guerra mundial fue entre algunos países de Europa, Asía y nuestra nación. Lo que poca gente sabe es como comenzó todo. En realidad la verdad es que...- Hablaba y hablaba el profesor. No podía creer lo aburrida que era la clase y lo poco que me servía. No es como si cuando fuese grande y pidiese un trabajo me fuesen a preguntar eso. A no ser que uno estudie para ser historiador o profesor nada de lo que te puedan enseñar en historia sirve. Al menos eso creo yo, pero debe ser un problema personal por que eso me pasaba con todas las materias. Además cuando el estomago te gruñe por el hambre es mucho más difícil concentrarse. De todos modos prefería un 60 sobre 100 que pesar 60 y luego 100. De repente el profesor se calló, pensé que había sido un milagro divino, pero no. Era la profesora y directora Fowler. Atrás suyo había dos mujeres de unos 26 años.
-Disculpe profesor, no deseábamos interrumpirlo pero las muchachas vinieron para dar una presentación sobre nutrición a los alumnos, le había dicho que en algún momento de la semana vendrían-.
-Ningún problema, después de todo parece que a los alumnos les aburre mucho mi clase ¿No señorita White?-.
No se como pero ese charlatán se dio cuenta de cuanto me importaba su clase. RAYOS.
-No, para nada, es que estoy un poco cansada porque me acosté muy tarde, pero estoy prestando atención.-.
-Me doy cuenta, sobre todo porque no tiene ni una sola anotación sobre lo que dije en toda su carpeta, y no me venga con que lo retiene en la memoria, porque si me contesta eso le tomo examen en este momento.
-Bueno profesor, luego nos encargaremos de los problemas con alumnos particulares. Ahora las señoritas darán una clase informativa sobre nutrición-.
¿Qué iban a enseñarme de nutrición? Yo ya sabía como bajar de peso. Sabía lo que estaba bien y lo que no y si había algo que no sabía podía preguntárselo a google. De todos modos cualquier cosa era mejor que seguir escuchando a eso viejo.
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El precio de la corona
Non-Fiction41% hambre 38% laxtantes 19% dolor 2% comida 0% limites (2014)