No vuelvas a dejarme

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(JV)

Llegué a mi casa destrozada, ¡ella es una mujer casada! ¡¿Por qué tuvo que jugar así conmigo estas semanas?!, ¡¿por qué me dijo que me ama si tiene un esposo?!, ¡¿por qué pasó sus días conmigo si sus noches son seguramente para él?!. El sólo hecho de imaginarla en brazos de alguien más me enfurecía, me desgarraba por dentro, me mataba lentamente.

Luego de unos minutos de haber llegado a mi casa escuché el timbre sonar, pero decidí ignorarlo. Un momento después escuché que comenzaron a tocar de forma más desesperada, y cuando estaba por llegar a la puerta escuché gritos. ¡Es ella!

Tuvimos un pequeño intercambio de palabras, y terminé por decirle que no iba a abrir la puerta sin importar qué hiciera. No quería verla, no podía. Sabía que bastaba con verla a los ojos para volver a caer, para olvidarme que es una mujer casada, para olvidarme hasta de mi propio nombre.

Me encerré en mi habitación para no escuchar sus gritos y saqué el cuaderno que está debajo de mi cama. Me quedé contemplando su rostro por no sé cuántas horas, pensando en lo tonta que fui al pensar que alguien como ella estaría verdaderamente interesada en mí. Lloré hasta quedar completamente deshidratada y no sé en qué momento me quedé dormida.

Desperté a las tres de la madrugada asustada, y como siempre cuando despierto lo primero que vino a mi mente fue ella. Recordé que había dicho que no se movería de la puerta, pero al ver la hora pensé que para ese momento ya estaría en su casa, quizá con su esposo. Perlita hoy estaba de guardia, así que no había nadie más en casa.

Guardé el cuaderno en su lugar y salí a tomar agua, tenía mucha sed luego de haber llorado tanto, y sólo por curiosidad me asomé por la ventana. Casi me atoro con el agua al ver que el auto de Valentina seguía ahí, pero ella no estaba dentro de él. Entonces traté de mirar la entrada y logré ver sus piernas, al parecer estaba literalmente en la puerta.

Abrí la puerta asustada, pero con cuidado para que no se golpeara. Puse mi brazo para que no cayera, ella se encontraba totalmente congelada, y aparentemente tenía mucha fiebre. El clima estaba terriblemente frío en esos momentos, no entendía cómo podía haber estado ahí por tantas horas. Me sentí mal por haberme quedado dormida y no percatarme antes que ella seguía ahí.

Haciendo un gran esfuerzo logré cargarla y llevarla a mi cama, ella no dejaba de temblar y yo no sabía cómo actuar en ese momento. Llamé a Perlita para que me ayudara y me dijo que le tomara la temperatura, en ese momento confirmé mi sospecha, estaba con fiebre. Perlita me dijo que la abrigara lo más que pudiera, que le colocara compresas de agua, y que le tomara la temperatura cada cierto tiempo. Si empeoraba debía llevarla al hospital, pero por la hora era mejor esperar a ver cómo evolucionaba.

Hice todo lo que me dijo Perlita, pero Valentina no dejaba de temblar. Se retorcía en la cama y comenzó a balbucear cosas que no se entendía.

- Por favor, no vuelvas a dejarme - logré entender por fin. Me comencé a desesperar, la fiebre no subía, pero tampoco estaba bajando. En un intento desesperado por que deje de temblar me metí a la cama con ella y la abrace, acariciando su espalda y cabellos mientras intentaba calmarla.

- No vuelvas a dejarme - seguía repitiendo. A los pocos minutos, aún sin reaccionar, se acurrucó en mi pecho y se aferró a mí. Poco a poco los temblores cesaron, y así, abrazada a mi cuerpo, fue quedándose profundamente dormida. No podía llegar al termómetro por la posición en la que estábamos, pero pude notar que su cuerpo estaba recuperando su temperatura normal.

No entendía cómo podía estar aquí conmigo y no celebrando su primer mes de casada con su esposo. Pero en ese momento el esposo me dejó de importar, ella estaba ahí, entre mis brazos, y no existía mejor sensación que esa. Ya mañana podríamos hablar del dichoso esposo.

¿Quién eres? (Juliantina AU)- AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora