5: Hasta ella.

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5: Hasta ella.

En mi juventud fui un chico osado. Desde que empecé a probar lo que era el sexo y me desprendía de mis creencias, fui dejando atrás al Aser pasivo y me convertí en uno que quería probar todo aquello que era prohibido.

Eso incluía asistir a lugares libres de adultos. Patterson era un pueblo pequeño, pero abundaban los prados por la ganadería y las granjas. Había dos o tres arroyos, además de áreas verdes para hacer travesuras.

No era nuevo para mí darme una escapada a un sitio para cruzar los límites. Pero empecé a sospechar que para Megan esto también era una novedad.

—¿Y?

—Voltea en la siguiente calle. Se supone que debe haber un camino estrecho señalando el mirador.

No quise pensar en el «se supone» que utilizó, en cambio, seguí sus instrucciones notando que con cada vuelta que daba Megan se tensaba aún más.

Me guardé las ganas que tenía de consolarla, de decirle que no estaba haciendo nada malo. Aunque sí lo estaba haciendo. Ser infiel no era ser honesto, sin embargo, ¿qué sabía yo de su relación? De seguro se hallaba deteriorada si estaba dispuesta a llegar tan lejos.

Encontré el anuncio y me fue fácil reconocer la entrada al mirador. Era estrecho y pedregoso, pero no era mi coche, así que no me importó mucho. Además, el chasis no estaba tan bajo como para causar un destrozo irreparable.

Reducí la velocidad al llegar al sitio. No quise hacer una mueca a lo concurrido del lugar, pensando cómo nos íbamos a besar con tanta gente. ¿Me perdí de algo y no entendí bien lo que queríamos?

—Este es el principal. ¿Ves el camino empinado de allá? —Seguí la dirección de su mirada, hallando en efecto un camino más estrecho y que no parecía muy iluminado.

—¿Es a dónde vamos?

Megan asintió, explicando que estaba prohibido el paso, pero que nadie vigilaba el lugar.

Asentí, maniobrando el volante para llegar al destino. Sí, estaba casi intransitable. Los bombillos de los postes eléctricos estaban quemados salvo tres o dos que iluminaban muy poco. En una tuve que ir aún más despacio porque una rama caída obstruía parte del camino. Se veía incluso seca, por lo que debería de tener bastante tiempo en el suelo. Había una cantidad de cráteres que no se podrían considerar baches, así que necesitabas un auto con buena tracción porque esta subida sí dañaría el chasis sin ningún problema.

En teoría, el trayecto no debería tardar ni tres minutos del mirador principal, pero estaba muy deteriorado para pasar sin cuidado, incluso manejando una pickup. Eso nos tomó mínimo cinco minutos; y estoy siendo generoso con el tiempo.

Arriba no era la gran cosa. Estaba la cerca que anunciaba el fin del camino porque lo que había después de eso era una caída al vacío.

—Y, cuéntame, Meg, ¿cómo conoces este lugar?

Mi atención estaba en la gran cerca frente a nosotros. Ella me comentó que una chica se había suicidado y por eso cercaron ese pedazo. ¿Qué tan jodida tiene que estar una persona para tomar semejante salida?

—Escuché a muchos chicos hablar de esto.

Su tono me advirtió que algo la molestaba.

—¿Es tu primera visita? —cuestioné, preguntándome si alguien era tan estúpido como para pensar que un alambre podría detener a otra persona que quisiera lanzarce. Ni siquiera estaba alta, sin serpentinas o algo para hacer dudar al potencial suicida.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora