Epílogo.
Seis años después.
Me hallaba debajo de un árbol. El sol de la tarde perdió intensidad, pasando a verse los tonos del anochecer. La brisa hacía crujir las hojas que se volvían marrones al caer al suelo.
Olía a cítricos. Mandarinas.
Ella estaba conmigo. Justo a mi lado. Y, así de la nada, estiró su mano para que la tomara entre la mía. Su ceño estaba fruncido y la mueca de dolor iba muy bien con su mirada. Se me apretó el pecho y quise quitarle todos sus males con tal de verla sonreír.
—Tengo que ir —avisó, mostrando que no había elección.
—No quiero que te vayas —pedí, teniendo la sensación de que separarme de ella era una tortura.
Escuchamos un grito a la distancia. Giramos nuestros rostros y entendimos que sí, era tiempo de que me dejara.
Moses —de casi siete años— correteaba con Sky, de seis años. Ambos eran una versión de Megan, con grandes ojos grises y cabello castaño. Sin embargo, Sky heredó mi estatura, y para ser menor que su hermano Moses, le llevaba un par de centímetros.
El motivo del grito fue que Violet, de tres años, intentó ir detrás de ellos, pero no podía seguirles el paso y se cayó de rodillas.
—Quédate —insistí cuando vi que los niños corrieron a darle consuelo.
Sin embargo, Violet, rubia y de ojos azules, lloró con más fuerza. Robbie la trajo hacia nosotros como quien carga a una princesa en apuros. La pequeña lloraba por un inofensivo raspón que se curaría con una bandita y un poco de alcohol.
—Está herida —chilló Meg, exagerando por algo tan tonto como una caída.
Culparía a su ser ansioso, pero no, su alboroto lo causaba las hormonas del embarazo. Nuestro cuarto hijo como un matrimonio.
—Sólo necesita un poco de antiséptico, abejita. Estará bien.
Se me quedó viendo con la brisa meciendo su cabello, al mismo tiempo que su mirada era capaz de prenderme fuego.
Ver su ceño fruncido era divertido. O tal vez era que estaba feliz. Me sentía a un nivel de estar entero.
Y luego ella negó, dejando ir mi mano mientras que yo la veía alejarse con su bulto de ocho meses, seguida de nuestra hija siendo mimada por Robbie.
Ese acto, el de ella soltando mi mano, me llevó a la sensación de que ya había vivido ese momento. Como si lo estuviera repitiendo. Una clase de dejá vú.
Justo allí me di cuenta de que aquél sueño en el que una mujer me dejaba en medio de un prado, no era sólo un sueño sino una visión. Y que no era el rompimiento o el adiós, sino un vistazo a lo que sería mi vida. Una maravillosa.
¿Recuerdas esa noche en la que nos dejamos llevar y Megan me aseguró que no estaba ovulando? Bueno, Sky fue el resultado de ese descuido. Entré en pánico, me enojé conmigo mismo, pero lo afrontamos. Tuvimos una boda rápida. Quería iniciar mi vínculo con Megan como se debía. Que mi pequeña naciera dentro del matrimonio.
Sus padres pusieron pero por todo. ¿Dónde sería la boda?, ¿bajo cuál religión?, ¿los niños serían bautizados bajo el cristianismo o el catolicismo? Pero nada de eso pudo con nosotros. Mi abejita fue una guerrera que dio pelea y no permitió que su madre se impusiera. Mis hijos no se bautizaron al nacer, nos casamos frente a un juez, y crecerían escuchando el Evangelio y ellos iban a decidir qué camino era el correcto en sus propios criterios.

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En un latido
RomanceLuego de que Megan huye, Aser se ve perdido, incapaz de ponerle orden a lo que una vez levantó con esfuerzo. Ahora tiene un hijo, una ex, además de los problemas de ser padre soltero y de no saber qué hacer con sus sentimientos. Él sólo sabe que deb...