10: En ese punto.

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10: En ese punto.

No tenía idea de porqué recordaba ese día en particular. Megan había desaparecido del mapa luego de que me escribió que terminó con su novio. Era malo para sacar cuentas, pero tal vez había pasado un mes o dos.

El día empezó flojo, con los problemas que venía arrastrando desde hacía meses: Jules y su necesidad de llevarme la contraria en todo. Lo peor era que no lo hacía porque tuviera razón, sino porque le gustaba ponerle un pero a las decisiones que tomaba.

Ella procedió —sin consultarme primero mientras estuve en Massachusetts— a llamar a un supuesto experto en la reproducción asistida de animales de granja. Hizo la inseminación a un par de vacas y a tres cerdas. No tuvo más remedio que aceptarlo porque dos novillas resultaron preñadas; las que todavía no tenían el peso o la edad para eso.

Su explicación fue que así podríamos controlar la calidad del producto. Se escucha feo, pero sí, las crías se convierten en un producto de ganancia a largo plazo. No estaba de acuerdo cuando lo planteó y mucho menos cuando actuó a mis espaldas. Era un creyente de que la naturaleza es sabia. Hasta los animales tienen un proceso de selección para la reproducción. Se lo dije en palabras que pudiera comprender porque Jules sabía de manejar una granja lo mismo que yo sabía de periodismo.

—Escucha. Sí, el ternero puede presentar mejoras genéticas, pero se debe tener mucho cuidado con la calidad del semen, y que sea del toro adecuado. Podría causar que los terneros sean más grandes, y estupendo para nosotros, pero eso trae riesgos para la hembra a la hora de parir…

—Nada se pierde con probar —interrumpió, cruzando las manos a la altura del pecho—. Necesitamos innovar. Sé que ese concepto escapa de tus habilidades —respondió, sin esconder la molestia de que no acepté su acción—. Estuve preguntando y escuché que los Jackson tuvieron éxito. ¿Por qué saldría mal para nosotros? —argumentó, levantando la barbilla a modo de reto.

No ganaría con Jules. Ella era buena contadora. Los números estaban en orden gracias a su trabajo, sin embargo, no era el tipo de mujer que se dejara guiar. No solo por un hombre, sino por nadie.

Cuando comprobó que no diría más —porque no tenía idea de cómo hacerla entender— creyó que la batalla estaba ganada, añadiendo—: El margen de ganancia es buena. Supera el de las pérdidas. Tú sabes de animales, lo entiendo, pero lo mío es saber dónde está el potencial para obtener dinero.

»Déjame hacer mi trabajo y ocúpate del tuyo —ordenó mientras pasaba por mi lado, con la prisa necesaria para no tener tiempo de darle una buena réplica.

A ese día añádele que mis hijos venían con el tema de descubrir sus personalidades y de ser expresivos. Mads y Maddie peleaban por todo y me dejaban en medio del asunto, eso me obligaba a elegir un bando en algunas ocasiones. Robbie ya tenía una novia y vivía con el miedo de que trajera a una adolescente embarazada a la casa.

Como si no tuviera suficiente, Devon no trataba de hacer contacto conmigo, a pesar de que lo llamé aunque prometí que no lo haría.

Y Megan… ella se aparecía en mi cabeza con mucha frecuencia. Pero luego de semanas sin noticias suyas, de que di el último paso para saber cómo estaba, entendí que tal vez era hora de avanzar.

Por eso salí con Bill al bar para tomarnos un par de cervezas. Nada para caer borracho en una esquina, pero sí lo suficiente para pasar un buen rato; cosa que no sucedía en ese entonces.

No me haré el santo contigo. El príncipe azul que se queda en casa esperando por una llamada. No era tanto por la necesidad física —que también influía— sino porque era una persona como cualquier otra. Me aburría, me cansaba, me sentía frustrado, y lo único que quería era una noche sin adolescentes quejándose de todo y de la mujer que me llevaba la contraria porque me veía como el enemigo.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora