21: 25 y 41.
Sospechaba de la tranquilidad. No me fiaba de los momentos pacíficos. Tal vez porque me acostumbré al ajetreo, a no tener descanso.Pero ya llevaba un par de meses tranquilos y la vida seguía su rumbo.
Entonces ella apareció y esta vez no hubo advertencia.
Estábamos en el receso de julio y me encontraba de lo más tranquilo en mi coche manejando en un tráfico pesado.
Esa noche tenía una cita. Saldría con una compañera de la universidad. Su rama era el estudio de animales silvestres. Teníamos una que otra clase en común y era una mujer de treinta y tres años. No había latidos con ella, pero me parecía divertida. Y por un momento me sentí bien de poder escoger alguien que me llamara la atención.
La música iba resonando en mi camioneta; Survivor de Zach Williams, me provocaba ir simulando el sonido de la batería con mis dedos en el volante. Estaba animado. Relajado y esperanzado de que las cosas estaban pintando bien en general.
Me detuve en un semáforo mientras pasaba de amarillo a rojo.
¿Te has preguntado cuánto tiempo tarda la luz en cambiar de color? Te diré que en mi caso tardó lo suficiente para ver a otra persona cruzar el paso peatonal, reconociendo a la mujer que no había olvidado. Aquella que aún se movía en lo profundo de mis pensamientos.
Me quedé inmóvil por unos cuantos segundos. Lo justo para fruncir el ceño y no dar crédito a lo que veía. Ella tenía que ser un jodido fantasma.
El pito del auto detrás del mío me trajo a la realidad. Sin embargo, a pesar de que presioné el acelerador, tenía la sensación de que iba por el camino equivocado. ¿Sabes lo jodido que es sentir eso? A pesar de todo lo que sufrí, de desvelarme, de pasar noches dividido entre la rabia y la soledad, todavía mi corazón quería ir detrás de ella. Era absurdo y loco… exasperante… y de lo que no tenía control.
Con mi corazón latiendo a lo bestia, me detuve en un aparcamiento de un local al azar y me lancé a buscarla.
Iba ansioso, desesperado, y no sentía mis pasos. Sé que anduve casi dos cuadras antes de detenerme y mirar hacia todos lados tratando de hallar su rostro.
—Estás demente, Aser —me regañé, sintiendo que estaba parando en loco.
De estar en Nueva York no podría ir tan lejos, ¿cierto? ¿Habría pasado tanto tiempo entre lo que me detuve y la perseguía?
«Vuelve al coche, amigo», insistí a mis pies.
Suspiré antes de asentir hacia mis propios pensamientos y tomar la decisión de regresar. Estaba esperando que la luz peatonal me diera el visto bueno, cuando la vi del otro lado de la calle, aguardando lo mismo.
Nos quedamos muy quietos. Incluso cuando la luz verde nos dio el derecho de cruzar, seguimos allí mirando al otro. Mi corazón martilleaba con energía, fuerte. Tan intenso que sentía el palpitar a través de mi suéter polo.
¿Cuánto tardamos allí? No lo sé, pero lo suficiente para que la luz verde se pusiera roja y otra vez los autos pasaran frente a nuestros ojos.
Ambos presionamos el botón para cruzar. Esperamos lo que se sintió una eternidad. Y cuando por fin tuvimos luz verde nos congelamos otra vez.
Sin embargo, Megan sonrió como lo hizo el día que entró al bar. Y fue como un pinchazo a mi culo. Traté de no chocar con los que iban ajenos a mi prisa. Me detuve frente a ella. El olor dulce me obligó a sonreír.
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En un latido
RomanceLuego de que Megan huye, Aser se ve perdido, incapaz de ponerle orden a lo que una vez levantó con esfuerzo. Ahora tiene un hijo, una ex, además de los problemas de ser padre soltero y de no saber qué hacer con sus sentimientos. Él sólo sabe que deb...