19: Lo hizo a su manera.

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19: Lo hizo a su manera.

Cuando era joven y rebelde me acosté con una mujer llevado por la rebeldía y la rabia. Después, mucho después, terminé en la cama con mi ex cuñada —aunque no recordara ni cómo empezó eso—, y entonces llegó Megan. Recuerdo que me follé a una o dos por despecho, pero nada que causara un daño; eran mujeres destinadas con ese fin.

Pero cuando desperté esa mañana en la cama de Jackie supe que lo había jodido en GRANDE. Sí, con mayúsculas, porque así me sentía, que había arruinado algo asombroso solamente por la necesidad de arrancarla de mis pensamientos.

No fue algo pensado ni premeditado. Fui en busca de una amiga porque mi corazón estaba vuelto mierda. Tan achicharrado que ni siquiera lo sentía en mi pecho. Tampoco estaba borracho, como pasó con Jules. Había tomado unas cuantas cervezas, pero nada que me excusara. La prueba era que recordaba a la perfección cada movida que realicé antes, durante y después.

¿Sirvió de algo coger con mi amiga? No, no ayudó. Jackie no estuvo mal. Tenía tanta experiencia en la cama como cualquier mujer que le gusta experimentar y aprender. Eso no estuvo mal. Pero luego, cuando terminamos, y ella se acurrucó sobre mi hombro, lo sentí raro. Como si no termináramos de encajar.

—Jackie…

No sabía cómo decirle que seguía sin gustarme de esa manera. Que mientras me la cogía estaba pensando en otra.

—Soy el desquite —aceptó, sonando triste, aunque no lo suficiente para llorar—. Lo entiendo. Yo… no voy a utilizar esto para atraparte. —Levantó la cabeza un poco para mirarme. Vi que era sincera. No quería nada de mí—. Tú me gustas, eso no es nuevo. Pero no me quieres de esa manera y no voy a forzar las cosas.

»Podemos seguir siendo amigos. No pasa nada —aseguró, sonriendo con un tinte de nostalgia, pero también con la seguridad de que estaba haciendo lo correcto.

—Quisiera que fuera distinto, cariño —susurré, besando su cabello y sintiendo un tipo de intimidad con ella. Vernos desnudos, escucharnos gemir, abrió una puerta inmensa.

—Es como es. Y nada tiene que cambiar.

Pero todo había cambiado. El silencio pesado que se formó me lo advirtió: nunca volveríamos a vernos como dos amigos. Eso me dolió. Sin embargo, en mi terquedad, aferrando mi corazón a algo distinto de Megan, quise creerle.

En la mañana me desperté, me bañé y me fui antes de que se levantara. Odiaba escabullirme, pero no sabía cómo arreglar lo que dañamos. Yo por idiota y ella porque no supo decirme que no. Megan era mi debilidad, yo era el punto débil de Jackie, y eso era malo para ella. Muy malo para los dos.

«Terminarás rompiendo su corazón», susurró la voz. Me enojé conmigo mismo por eso.

Me senté en el Central Park, tratando de buscar algo de verde. Creyendo que si veía un jodido árbol todo volvería a la normalidad. No me sentiría asfixiado y mi corazón no estaría roto por dos situaciones diferentes.

Comparé el sexo duro y descuidado que tuve con Jackie con una de las tantas veces que me acosté con Megan. Había un contraste abismal, principalmente, porque se me vino a la cabeza aquella vez que viajó a Patterson, en la que tuvimos un desacuerdo en mi pickup por Sophie.

Recuerdo que ella se durmió y mi mente enseguida se quedó pensando en las diferencias entre mi esposa muerta y la mujer que iba a mi lado.

La ropa era algo que destacaba. Sophie era de ropa fina. Vestidos florales, sandalias bajas, pantalones acampanados y vaqueros no tan ceñidos y de corte alto. Megan era de zapatillas, shorts, camisetas cortas que mostraban el abdomen, ropa femenina que usaría una chica de su edad. También estaba el color del cabello; una era rubia y la otra lo tenía de un castaño muy claro. Los ojos eran azules mientras a mi lado iba una mujer con la mirada cargada de nubes grises. La estatura, amigo, era otra cosa distinta. Nunca tuve que inclinarme tanto para besar a Sophie. Las actitudes cariñosas de mi esposa, comparado con el témpano frío e indiferente que podía ser Megan algunas veces. La voz, el olor, todo era como estar en extremos opuestos. Pero en ese instante me dije que las amaba de todas formas.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora