13: Persona correcta.

61 6 0
                                    

13: Persona correcta.

Solía vivir de los recuerdos para mantenerme a flote. De aquellos domingos cuando el patio de nuestra casa se llenaba de miembros de la congregación que querían participar de la barbacoa. Empezaba tranquilo después que el servicio terminaba. No entendía cómo él tenía la energía para eso luego de estar pendiente de todo, pero el hombre no paraba. Al principio era sólo papá, la parrilla, té helado y la familia; Marie, él y yo. Luego se unía este y el otro, y de pronto teníamos una reunión improvisada con carne asada, filete, pollo y el acompañamiento. De la nada, alguien empezaba a cantar, papá me hacía buscar la guitarra, otros se unían, y terminaba en una fogata grande con un puñado de personas cantando alabanzas y ese tipo de música.

Era bueno.

También recordaba mucho el nacimiento de mis hijos, sus primeros meses, los pasos, las malas palabras que aprendían de su madre. Pero trataba de no pensar en Sophie porque ella dolía demasiado, así que me iba por recuerdos de papá y los chicos. El tiempo fue pasando, ya no tenía esa piedra en mi pecho cuando Sophie llegaba a mi memoria, y me permitía recordarla. Durante un rato también se convirtió en parte de mi bote para no hundirme.

Hasta que Megan se metió en mi vida y mis recuerdos se trataban la mayor parte del tiempo sobre ella.

Yo: ¿Esperar qué?

Estaba escuchando el murmullo de la gente, las risas, las disculpas para guardar la maleta de mano, los reclamos del que pasaba y golpeaba a otro sin querer con su equipaje; el llanto del bebé del asiento delante del mío, la azafata avisando que dentro de poco cerraría la compuerta, pero lo único que tenía en mi cabeza era el latido de mi corazón que iba a todo galope, con una mezcla de rabia, impotencia y dolor. ¿Puedes ver lo que está mal? Se supone que debería estar eufórico, guardar algo de esperanza, sentir alivio, pero nada de eso pasaba porque Megan me pedía tiempo.

Abejita: necesito pensar.

Abejita: Sólo un poco más.

Yo: ¿Cuánto tiempo?

Abejita: ¿el que sea necesario?

Abejita: no sé lo que estamos haciendo.

Yo: tenemos que vernos.

Me molestaba recurrir a los textos con ella. ¿Ni siquiera una llamada? ¿Era una broma?

Abejita: te estoy pidiendo tiempo porque no estoy preparada para verte.

Apreté la mandíbula con tanta fuerza que me dolió. Supongo que ese dolor estaba mejor que la punzada que llegó a mi corazón.

Yo: Bien.

Abejita: ¿Bien qué?

Abejita: ¿Aser?

Abejita: ¿te pondrás como un niño inmaduro a estas alturas?

¿Ella me estaba diciendo inmaduro? Se me escapó una risa incrédula y con su parte justa de enojo.

Yo: Si hablamos de inmadurez…

Yo: mierda, ¿sabes qué? No voy a caer en esto.

Yo: Haz lo que se te venga en gana, Megan. Supuestamente eres una mujer.

Yo: estoy cansado de este jueguito de: hoy sí, mañana no.

Yo: Cuando estés disponible y segura de lo que quieres, búscame.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora