8: ¿Él o ella?

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8: ¿Él o ella?

Creo que la vida te prepara. De alguna manera te va dando obstáculos para que cuando lleguen los momentos claves, sepas cómo reaccionar.

Uno de esos fue la muerte de Sophie. No pensaba en eso muy seguido en los últimos meses. Mi cabeza tenía mucho para gastar las pilas, así que cada vez pensaba menos en ella muerta. Cuando la recordaba, no dolía como de seguro dolería una estampida toros pasando sobre ti. Ahora la recordaba con nostalgia y un ligero vacío en mi estómago. Pero no como los primeros meses en que partió.

Por eso, mientras esperaba que Devon terminara su turno, en un hotel cualquiera, pensé en Megan y Sophie. El último día en que la recogí del suelo y le ofrecí un poco de consuelo en ese motel barato.

Estuvimos un rato en silencio. Hasta que la vi moviendo el pie con nerviosismo. Mi mirada seguía el vaivén de su pie, al punto que si no paraba iba a refunfuñar que era suficiente.

—Bien. ¿Qué es?

Por lo menos detuvo el movimiento, pero sus ojos me decían que se encontraba en un dilema pesado.

—Es tarde y… No sé qué hacer. A dónde ir. Mis padres van a preguntar y…

—No te sientes preparada para volver a tu apartamento. —Negó, cerrando los ojos y suspirando muy fuerte.

Era una locura. No parecía correcto estar en la misma habitación después de cómo salieron las cosas, pero estaría más segura conmigo. Y tenía experiencia en controlar mis necesidades. Bueno, no lo había probado con Megan, pero supuse que era cuestión de recordar porqué seguía en esa pocilga en vez de ir a su casa.

—Puedes quedarte aquí. Por primera vez seré un caballero.

—¿Lo dices en serio?

—Sí. No pasa nada.

Era extraño sentirme tan seguro de que podría soportar su cercanía. Como si mi cerebro enviara la señal a mi cuerpo de que no era el momento de ser lujurioso.

—Lo pensaré. —Miró hacia el baño y al voltear a verme vi la pregunta silenciosa en sus ojos.

—Ve por una ducha. El baño está increíblemente limpio —reconocí incrédulo, pensando que la vez anterior no corrí con tanta suerte.

Megan se echó a reír, recordando que ni siquiera se pudo duchar porque el agua caliente se había terminado.

Con ella en el baño, procedí a revisar mi celular. Mensajes de Bill preguntando cómo iba todo con la chica misteriosa, porque no quería darle detalles de Megan. También cuestionó entre líneas si todo iba bien con Devon. De él sí tenía un amplio conocimiento. Bill se la pasaba diciendo que si fuese su hijo ya le habría dado una buena tunda —que no haría porque él no mataba ni a una gallina para comer—, pero que comprendía mi necesidad de tratar de llevarnos bien.

Sin embargo, Devon no había escrito. En ese momento me sentí rechazado. Dolió mucho más que si Megan saliera de ese baño para decirme que no estaba interesada en mí. Era mi hijo, ¿no tenía curiosidad de conocerme? ¿De hablar de cómo fue su vida? ¿De escuchar sobre sus hermanos? ¿Entender por qué parecía que nadaba en dinero y en realidad era solo mi herencia?

Yo quería saber de él. Pero tal vez habíamos llegado al punto de quiebre; una presión más y se rompería.

—Acepto la propuesta.

Se me arrugó la frente cuando volteé hacia Megan. Ella miraba la cama como si estuviera lista para prenderle fuego. Con miedo y recelo. Seguía sin confiar en que no me pasaría de la raya.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora