16: Ya no estaba.

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16: Ya no estaba.

El sol anunciaba que sería un buen día.

No podía creer que el invierno fuese un borrón. Entre Devon conociendo a los chicos, mis responsabilidades, la reciente idea de asistir a la universidad para ampliar mi conocimiento, ya era junio otra vez.

¿Cuándo pasó el tiempo?

El primer encuentro entre Devon y las gemelas fluyó de maravilla. Él tenía una hermanastra, Charisse, así que conocía cómo lidiar con niñas. ¿Con Robbie? Hubo fricción. De parte del menor, lo que no creí posible. Sin embargo, Devon había madurado y cambiado lo suficiente para no darse por vencido. Durante cinco meses él lo dio todo por ganarse a su hermano. ¿Quieres saber cómo lo consiguió? Con los jodidos juegos en línea.

Devon pasó una temporada acá en Texas, hasta que decidió volver a Massachusetts y tratar de solucionar sus asuntos con Marylin.

Marie, mi madre, seguía sin conocer a su primer nieto. No porque yo estuviera en contra, sino porque ella tomó la decisión, al fin, de buscar ayuda. Se mudó a Dallas, a un centro donde le darían la atención que necesitaba. Me alegraba por una parte, pero sabía que la carga que vendría cuando reconociera sus pecados sería devastador para ella.

Yo: Entonces, ¿Nueva York?

Jackie: Sí.

Jackie: abriré un consultorio y los chicos adoran la idea de la ciudad.

Jackie: ¿Qué hay de tu solicitud?

Ella y yo empezamos a chatear para Navidad. ¿O Año Nuevo? No estaba seguro, pero sí inició con ella enviando felicitaciones por las festividades.

Reconoció que le gustaba la ciudad y veía potencial para independizarse de su ex; ambos compartían un consultorio y ella estaba lista para emprender su camino.

Por mi parte, había aplicado para dos universidades. Una en Nueva York, precisamente, con la idea de que los chicos estuvieran conmigo. La otra opción era Houston. No creí que Nueva York se daría…

Yo: Estoy dentro.

Yo: Houston también me aceptó…

Jackie: ahora no sabes dónde ir, ¿cierto?

La esquina de mi labio apenas se levantó en una sonrisa incrédula. Jackie a veces parecía conocerme mejor de lo que me conocía a mí mismo.

Jackie: ¿puedo persuadirte?

Jackie: te vería más seguido.

Ella nunca escondió lo que buscaba de mí. No me molestaban las insinuaciones, aunque se lo dije una vez y no le gustó, pero lo aceptó:

—Sabes de ella. Que aún tengo algo por Megan.

—Pero… —Dejó salir un suspiro entre molesta y resignada, murmurando—: Ella no volverá, Aser. Es muy joven para saber lo que es un compromiso.

En esto Jackie no me entendía. Pero ¿cómo le explicas a un incrédulo que estás atado a una persona porque te lo dijo un don? Jackie era lógica —la mayoría del tiempo— y creía que la etapa del enamoramiento era impulsada por nuestras hormonas y la química. Pensaba que el amor se construía y se mantenía a base de constancia y procesos. Yo lo veía como espontáneo, ella como un conjunto de factores. Ella no tenía una fe, yo creía en la vida después de la muerte, en el paraíso, y todo aquello que ella llamaba sectas religiosas.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora