25: Como a ninguna otra.
Estuvimos por un rato así: ella sobre mí, con mi mano alrededor de su cintura y la otra frotando su espalda. Una parte de mí no podía creer que estábamos en la misma habitación. Que yo, después de todo, estaba oliendo el dulce aroma de Megan. Aspiré hondo, llevando su fragancia hacia mis pulmones, empalagando mi interior de esa combinación dulce, floral y cítrica. Tenía que aceptar que no era normal llevar tantos olores encima, pero de alguna manera estaba bien con eso, porque significaba que Megan estaba cerca, a mi lado.
Mi corazón empezó a latir con energía, esa que guardaba para ella. Mi mundo se podría estar cayendo a pedazos, pero Megan conseguía que mis latidos se fueran a lo extremo solamente por ella.
«Algún día le contaré cómo acelera mi corazón. Le diré que mis palpitaciones son regulares, pero que luego, en un latido, mi corazón se vuelve loco por ella. Megan tiene que saberlo», prometí en esa cama, apretando su cintura con más ganas, desesperado por sentir que era real. No un fantasma o un sueño, sino mi realidad.
Creí que se había dormido, pero apartó su rostro de mi pecho, mirando a mis ojos con intriga.
—Estaba pensando… ¿qué hiciste estos años? ¿Tienes tiempo aquí? ¿Las cosas en Patterson van bien?
Me miró intensamente, gritando aquellas preguntas que no se atrevió a sacar. Estaba resultando ser una noche larga, pero necesitábamos hablar antes de cualquier otra cosa. De hecho, éramos buenos hablando hasta que el nombre de otra mujer salía de mi boca. Sin embargo, estaba esa inquietud en sus ojos: ¿estuviste con otra? ¿La quisiste? ¿Te arrepientes de no seguir con ella?
Y también estaban otras dudas como, ¿qué fue de lo tuyo con Devon? ¿Podré verlo sin sentirme presa en mi propio cuerpo? ¿Son padre e hijo? ¿O nuestro sacrificio mutuo fue en vano?
—¿Quieres saber de todo eso hoy? —cuestioné, ignorando el palpitar rápido de mi corazón. Habría respuestas que no le gustarían y, sí teníamos que hablar, pero íbamos tan bien…
—Creo que sí. Tengo curiosidad. Y… no tengo derecho a juzgarte, Aser. Tengo un bebé, ¿recuerdas?
Negué, pensando que ella era muy dura consigo misma. No era su obligación tragarse su molestia porque ella no me esperó y siguió adelante. Como si fuese algún tipo de castigo que tenía que atravesar para saldar alguna cuenta inexistente.
—Nena, no es igual. Lo que yo hice no tiene nada que ver con buscar lastimarte. O lo que tú hiciste no fue para herirme. ¿O sí? —Negó con mucha tristeza—. No… no hubo nadie como tú, ¿eso derrumba tu curiosidad?
Se mordió el labio al tiempo que colocaba ambas manos en mi pecho, posando su quijada sobre las mismas para mirarme.
—Pero…
—Vamos, nena. ¿De verdad? Sabes que te vas a enojar. ¿Para qué arruinar esto? —Apreté su culo con suavidad para enfatizar que estábamos bien.
Se me vino a la cabeza el día que conoció a Jules y lo que me costó luchar para que no corriera. También recordé con precisión el momento en que Jules le confesó que era la gemela de Sophie…
Pasamos días increíbles, ¿lo mejor? Sin hablar de cosas pesadas. Pero ese día ella se desmoronó por una tontería. Nunca fui de los que me gustaba pretender para agradar. Las películas de fantasía, de tipos con poderes que salvan al mundo no eran de mi interés. Sin embargo, traté de compartir con Megan viendo un par de esas cosas.
Me explotó en la cara mi esfuerzo porque terminó llorando, y yo sin saber qué mierda hacer por ella. Tal vez una semana encerrados nos pasaba factura. Quizá necesitaba un poco de vida fuera del reino imaginario que construimos para nosotros. Pensé que llevarla al bar no nos haría daño. Jules estaba emputada porque según ella le faltaba el respeto a Sophie paseando con una niña por la granja. No me interesaba lo que ella pensara, sino lo que haría con Megan si se quedaban solas. Meg era muy infantil en ese sentido y Jules la haría pedazos con el único fin de herirme.
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En un latido
RomansLuego de que Megan huye, Aser se ve perdido, incapaz de ponerle orden a lo que una vez levantó con esfuerzo. Ahora tiene un hijo, una ex, además de los problemas de ser padre soltero y de no saber qué hacer con sus sentimientos. Él sólo sabe que deb...