9: ¿Lo haría?

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9: ¿Lo haría?


Renté una habitación un poco más cómoda que las veces anteriores con la idea de que este encuentro se daría. Un cuartucho de motel sería asfixiante para ambos y quería hablar con él en un sitio amplio, pero con la facilidad de estar solos y, mejor aún si teníamos espacio para no sentirnos tan cerca del otro. No era por querer presumir que tenía dinero o porque no podría estar en un sitio pequeño, sino por la comodidad de que él se sentó en un sillón y yo en otro, separados por una pequeña mesa de centro. Estábamos en el mismo lugar, sin embargo, separados lo suficiente para no aumentar la tensión que de por sí había entre nosotros.

No se me escapó la mirada de Devon hacia la habitación. Era grande, no una suite, pero sí amplia y bonita. Con moqueta clara, de un tranquilizante crema, y el material tan suave en el que podrías caminar descalzo. Tres cuadros al óleo, uno de una plantación de algodón. Otro de la famosa esquina de Bourbon Street en Mardi Gras. Y el último de lo que seguro era algún pantano famoso de Luisiana. También teníamos la pintura bien cuidada, de un tono neutral, tal vez un blanco con un nombre pomposo que para mí seguiría siendo blanco. El clásico estilo francés y sus ventanales que daban la impresión de servir de puertas y ventanas al mismo tiempo. Un balcón pequeño, que era dividido de la otra habitación por una reja de hierro ovalada en la esquina. Era clásico, con clase, pero pequeño y decente.

—¿Por dónde empezamos?

Esta vez él rompió el silencio. Seguía molesto con él, por lo que hizo, pero también deseaba con todas mis fuerzas que me diera una buena explicación. Quería creer que él no era así, que algo tuvo que pasar para acabar de esa forma. Ni siquiera quería pensar en que era Megan la afectada o perdería todo de mí.

No solía dejar salir mi temperamento, pero cuando lo hacía no era agradable. Era tosco por naturaleza, sumale un cabreo intenso y tenemos la receta de palabras fuertes y muchas veces hirientes. Decía cosas que eran ciertas, pero con el tono necesario para lastimar. Un defecto que trataba de manejar la mayoría del tiempo. Y, ya que estamos, era orgulloso. Si me hacías daño y me dolía demasiado era capaz de llevarlo al extremo de alejarte de mi vida. No tenía paciencia para los rodeos y no me veías rogando por nuevas oportunidades.

Megan y Devon eran dos personas que se habían ganado el indulto, pero con la primera estaba perdiendo la paciencia. Y también estaba muy molesto por cómo me prometió que no correría y aún así lo hizo.

—¿Qué haces en Nueva Orleans? Hasta donde quedamos, irías a Patterson por unos días.

En eso quedamos más o menos un par de semanas antes de que Megan decidiera contactarme y aceptar conocer mi pueblo. De hecho, el día que todo estalló, estaba esperando la confirmación de cuándo sería su vuelo.

—Llegué hasta Houston. Pero te llamé porque me arrepentí de sorprenderte… creo que fue lo más atinado —musitó, suspirando y mirando al suelo.

»Iba dispuesto a hablar. A decirte que había dejado a mamá atrás y que necesitaba un lugar para quedarme por más tiempo que un fin de semana… pero tú y ella…, así que compré un tiquete a un lugar lo suficiente lejos de ti y mamá, pero que no saliera muy costoso.

Asentí, reconociendo que de Houston a Nueva Orleans son solo una hora y unos cuantos minutos de viaje en avión.

¿Qué tan jodido era esto? Si él no me hubiera llamado, si se hubiera aparecido en Patterson, ¿qué habría pasado?

—¿Qué piensas hacer ahora?

«No tiene idea», dejó ir la voz. Esa que se escondió de Devon muchas veces. Pero allí estaba, dándome una idea de que mi hijo continuaba perdido.

En un latido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora