24: Moses.
Encenderme no era difícil con Megan. Sumale los meses sin sexo y teníamos un serio problema dentro de mis pantalones. No ayudó que en un punto de nuestro beso de reencuentro ella se colocó a horcajadas sobre mí, haciendo presión en mi pene, llevando nuestros cuerpos cada vez más cerca de cruzar los límites.
Sí, leíste bien: límites. Por el momento era necesario poner límites. Teníamos cosas de qué hablar, conocer a su hijo…, pero ella, bendita tentación, no me lo hizo fácil cuando se fue hacia mi cuello y pasó su lengua por mi piel…
—Nena —llamé, pero no me escuchó. Podría ser porque se me escapó como un gemido muy dispuesto—. Meg, nena, espera un poco…
Se detuvo justo en la comisura de mi labio.
—¿Esperar? —preguntó confundida. Yo lo estaría. Estuvimos tanto separados y, ¿me piden esperar? Era una locura.
—Sí, nena. Esperar. No me causa gracia —respondí con un gruñido exasperado, presionando su centro en mi pantalón para que sintiera mi pene muy dispuesto a pasarla lindo—, pero no traje condón. No venía preparado para esto…
—¿Por qué saldrías a la calle sin protección? —refunfuñó, sonando entre aliviada y molesta. Una combinación muy rara. Asumo que estaba aliviada de no ir por allí con el pensamiento de coger y también porque eso significaba cero avance esa noche.
—Estaría con mis hijos. No estaba en modo cacería. Y no me voy a morir por esperar otro día. O los que sean necesarios —agregué ante su mirada burlona.
Respiré hondo antes de colocarla con delicadeza a mi lado, sintiendo cómo dejó caer todo su peso para hacerme la tarea difícil.
—¿Qué más necesitamos hablar? —preguntó, cruzando las manos alrededor de su pecho y mirando hacia el frente.
Agarré su barbilla con firmeza, pero siendo delicado, y la hice voltear su rostro. Planté un beso duro en su boca. De esos besos ansiosos y desesperados, de los que sientes que descargas la rabia, la necesidad, la frustración, todo, hasta que vas bajando la intensidad y al final termina siendo un beso relajado y suave.
Le di un último mordisco a su labio superior antes de separarme de su boca por pocos centímetros.
«Eres el único hombre que la ha besado así», aseguró la voz.
Pero no iba a distraerme. Prefería la claridad, que tener sexo e ir a oscuras como cuando nos conocimos. La primera vez es un error, las siguientes veces ya es tu culpa.
—Siempre hay algo de qué hablar, abejita. Pero ahora me gustaría conocer al bebé. Y saber qué planes tienes para dentro de una semana o el siguiente mes. Porque mi corazón late para ti, Meg. Literalmente mis latidos se alborotan por ti. Y quiero algo, cariño, algo que me diga que te quedarás lo suficiente para amarte bien.
—Aser —susurró suave, conmovida, ilusionada.
—Quiero hacerlo bien —repetí, sonando a una promesa. Tal vez lo era. Una promesa para mí y para ella—. Quiero que nos una más que corazones acelerados y la química de nuestros cuerpos.
—Lo sabes todo de mí. ¿Qué más puedo decirte?
La miré con atención, bajando mis barreras para que supiera que habían cosas que no me decía. Como los abortos, su relación con Devon —porque ahora estaba plantada la semilla y quería saber qué pasó entre ellos—, ¿qué planes tenía para dentro de cinco años? Las benditas etapas se mezclaban y necesitaba un equilibrio o esto iba a terminar mal sin importar los latidos entre nosotros.

ESTÁS LEYENDO
En un latido
RomanceLuego de que Megan huye, Aser se ve perdido, incapaz de ponerle orden a lo que una vez levantó con esfuerzo. Ahora tiene un hijo, una ex, además de los problemas de ser padre soltero y de no saber qué hacer con sus sentimientos. Él sólo sabe que deb...