Once

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-Entonces mezclas el azúcar y el limón, luego debes restregarlos en tu cara para limpiar la piel y finalmente te lo dejas como mascarilla por quince o veinte minutos.-

-¿Sólo eso?.-

-Sí, sólo eso.-

La Sra. Lovelase me guiñó un ojo cuando terminó de hablar y casi vi un sello sobre su cabeza que decía "Aprobado por el departamento de Sanidad" La mascarilla de limón y azúcar era el tercer secreto casero de belleza que me daba y la verdad era que estaba ansiosa por probarlo. ¿Quién no quiere una mascarilla comestible? Es más, seguramente era genial echarte en la cara esa mezcla y luego comer un poco de la misma. Dos en uno, uno de los mejores principios del mundo.

-Vaya, y pensar que yo sólo uso cremas y tónicos.- le comenté.

-Nada es mejor que lo natural.-

-Sí.- y que estuviera escuchando sus consejos no tenía nada que ver con que ya no me alcanzaba el dinero para comprar cremas y tónicos.

-¿Dónde dijiste que ibas ahora? A Harold y a mí nos vendría bien un alojamiento barato.- dijo dándole una palmadita en la rodilla a su esposo, quien estaba más interesado en oír la radio que los consejos de embellecimiento de su mujer.

-Oh, bueno... estoy aquí por trabajo, así que en realidad la empresa está pagando mi hospedaje y no sé si adónde voy es barato...-

-Es una lástima, aún no sabemos dónde quedarnos.- se lamentó.

-¿Por qué salieron a vacacionar sin un plan?.- pregunté extrañada, la gente vieja solía resolver todo antes de lanzarse al mundo.

-Bueno, quisimos tener una pequeña aventura.- sonrió.

-Aw, eso es lindo.- dije y ella simplemente asintió.

Faulkner me había dejado sentada junto a la Sra. Lovelase cuando el auto que debía recogernos no se presentó, así que se había ido a hacer llamadas o qué se yo. En ese momento una idea comenzó a formarse en las profundidades de mi cerebro, por lo que me erguí y busqué con la mirada al único que haría esa idea posible.

Lo encontré apoyado en un ad de alguna aerolínea con el móvil cerca de la oreja y hablando a mil por hora. Le dije a la Sra. Lovelase que me esperara un momento y me puse de pie, avanzando rápidamente hasta llegar a su lado.

-Oye.- lo llamé, pero él me intercepto con la palma.-Oye, oye, oye.- continué.-Esto es muy importante, es de vida o muerte.- le dije.-De vida o muerte.- insistí hasta que finalmente bajó el móvil.

-¿Qué pasa?.- me preguntó algo exasperado.

-Ok, antes de que te lo diga debes prometerme que mantendrás la mente abierta.- le advertí.

-Claro.- dijo sin sonar muy seguro.

-Ves a esa pareja de ancianos ahí.- le apunté hacia mis nuevos mejores amigos de aeropuerto, la Sra. Lovelase incluso saludó.

-Sí.-

-Pues no tienen donde quedarse y pensé que como afortunadamente soy dueña de un hotel que está cerca y seguramente disponible...-

-Ya veo adonde quieres llegar, y la respuesta es no.- sentenció.

-Será por unos días y estoy segura de que deben haber habitaciones vacías.-

-¿Sabes cuánto cuesta una noche en la suite más barata?.- preguntó, pero no me dejó responder.-Más de lo que estás pensando.-

-Pero ellos pueden ser los ganadores de un concurso y por eso se quedarán gratis.- sonreí.-Además, llamaré a Tyler y le preguntaré si me deja y conociéndolo me dirá que sí... pff, ni siquiera sé por qué te estoy pidiendo permiso.- bufé buscando mi móvil.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora