A mi cerebro le tomó unos cuantos segundos procesar los estímulos que venían del mundo y decir "Oh, sí... despertamos" Luego se tomó su tiempo en darse cuenta de que no nos encontrábamos en casa y que nuestro cuerpo no estaba plácidamente recostado sobre una suave cama. De hecho, estaba en un sillón con la cabeza apoyada en el respaldo y agonizando. Me erguí y acaricié mi cuello, no había dormido en la mejor de las posiciones y mis músculos habían salido perjudicados.
Observé la sala, las cortinas cubrían todos los ventanales y no entraba ni un solo rayo de luz natural, lo único que impedía que la oscuridad dominara era una lampara de pie que emitía un resplandor de baja intensidad. Sobre la mesita habían unos vasos medio vacíos, platos con sobras y dos botellas abiertas de alcohol.
La noche anterior había resultado larga y algo abrumadora. Luego de que la familia de Eric se fuera tuvimos una pequeña charla que nos llevó de vuelta a la sala, una vez allí nos sentamos y continuamos hablando hasta que nuestros ojos comenzaron a cerrarse por sí solos. Traté de presionarlo para que me dijera exactamente lo que le sucedía, pero mis esfuerzos no fueron exitosos. Me rendí al cabo de una hora insistiendo.
Suspiré y me restregué los ojos con los dedos, al ponerme de pie noté que me había quitado las botas y la chaqueta, por suerte la calefacción estaba encendida y el frío no era un problema. Avancé hacia los ventanales con paso perezoso y abrí las cortinas con la velocidad de un caracol, casi colgándome de ellas mientras las apartaba.
El vidrio estaba completamente empañado y me impedía ver el exterior, aunque el sonido de la lluvia chocar contra el piso era suficiente para imaginar la tempestad que había afuera, de todas formas limpié el vidrio con una mano.
Me quedé un buen rato observando como caía la lluvia, si alguien me observaba desde lejos de seguro creería que estaba pensando en algo serio, nostálgico y triste. Quizás debería estar pensando en qué hacer con Eric, pero acababa de abrir los ojos y en realidad sólo estaba imaginando mi cama y las suaves y cálidas colchas con las cuales podía arroparme.
Con el dedo índice dibujé mi cama en el vidrio, luego unas flores y una estrella. Lo hice con lentitud, deslizando mi dedo pesadamente y con los hombros caídos. No tenía idea de qué me había agotado tanto, considerando que la única actividad de la noche anterior fue hablar y mirar el interior de mi vaso. De todas formas, necesitaba reaccionar.
Le di la espalda al ventanal con los brazos cruzados y le eché otro vistazo a la sala, esta vez encontrándome con el cuerpo de Eric en otro de los sillones. Al parecer lo había ignorado completamente por al menos diez minutos. Me acerqué a él, aún con los brazos cruzados, y lo examiné. Por alguna razón no se veía tan incomodo como yo, a pesar de que no estaba acurrucado ni nada parecido, simplemente estaba sentado con la cabeza apoyada en un cojín y con los ojos cerrados.
-¿Qué voy a hacer contigo?- dije en voz baja.-¿Por qué eres tan complicado?- me quejé y quise patear algo, pero me contuve.
Me cubrí el rostro con ambas manos, inhalé y exhalé unas cuantas veces, para cuando me descubrí la cara ya me sentía mejor. Está bien, no me sentía diferente, pero al menos me había relajado. Alcé una ceja y decidí que tenía que despertarlo.
Si las cosas fueran diferentes, probablemente me habría agachado hasta encontrarme a su altura y le habría acariciado la mejilla, incluso lo habría besado. Pero no, aún no recibía un "Sí, Laila, amémonos para el resto de nuestras vidas y tengamos un jardín juntos", bueno, tampoco esperaba algo de esa clase, pero se entiende. Por esto me limité a plantarle la palma de mi mano en la cara y a quitarle el cojín que tenía bajo la cabeza.
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Desastre
ספרות לנערות(Descontrol 2) Podríamos decir que luego de cuatro años Laila se habría convertido en una mujer medianamente responsable, pero a sus 21 años sigue siéndole fiel a la personalidad impulsiva y despreocupada que en tantos problemas la metió. A esto se...